ULTRAPOLÍTICA
Arquitectura, sobre
determinación y El Otro Pensar, en el Nuevo Régimen Técnico.
Autor: Dr. Mg. Arq. Leandro Tomás Costa
Resumen
“La vocación de la informática consistió durante más de un
siglo en permitir fundamentalmente la conservación y manipulación más sencilla
de información, así como ofrecer una visibilidad minuciosa de diferentes
fenómenos, lo que lleva a un aumento de control que detentan las entidades o
personas en el ejercicio de una actividad profesional o privada. Desde hace
poco tiempo se está produciendo una inversión que nos muestra cómo estas
tecnologías se convierten, de modo imperceptible pero cada vez más masivo, en
una instancia menos destinada a informar que a orientar la acción humana.”
(Sadin, 2021, p.51).
A partir de la
confluencia, en el inicio de la segunda década del siglo XXI, de los sistemas
de Inteligencia Artificial con las infraestructuras globales de comunicación e
información, se establece el grado cero de una nueva política sobre el
lenguaje, sus códigos y las instrucciones para la configuración del Hábitat
humano. Desde este momento, las Inteligencias Artificiales Generativas se
transforman en la punta de lanza de un Nuevo Régimen Técnico[1]
que no es más que una estrategia evolutiva de la cibernética, en su marcha
hacia el dominio total de los entes, sus energías y del mundo, siendo que el
mundo es orden de lo dispuesto, es decir lo puesto en discurso, lo puesto en
lenguaje, pero también lo construido significativamente como lenguaje
arquitectónico y urbano a partir de sus materiales, lo determinado
materialmente en tanto espacio habitable.
Desde ahora el proyecto de las
espacialidades humanas será el acelerado suceder de una determinación técnica
absoluta producto de un régimen de mando sobre el hábitat que pondrá a los
sistemas de generación artificial de lenguaje en el lugar del dictado e
instrucción de finalidades con presunción de verdad, es decir, de la
fundamentación de los postulados y lineamientos de los proyectos para la
transformación y conformación de las edilicias, los establecimientos urbanos y
sus infraestructuras; una nueva política, para ser claro, sobre las condiciones
espaciales del habitar, más allá de las políticas propias del lenguaje verbal y
material de los cuerpos humanos vivos, es decir, una ultrapolítica.
El usual relato mítico y su actualidad
“Lo mejor es imaginarse a las antiguas hordas como una
especie de islas flotantes, que avanzan lentamente, de modo espontáneo, por los
ríos de la vieja naturaleza. Se separan del medio exterior por la
revolucionaria evolución de las técnicas de distanciamiento -sobre todo por la
novedosa sincronía de huida y contraataque- y están sujetas desde su interior”
por un efecto invernadero emocional, que amalgama a los miembros de la
horda...” (Sloterdijk, 2002, p.25).
La política,
como la arquitectura, es también técnica y tectónica, una construcción. Tienen
en común el determinar el orden de los lugares para el dominio de los seres y
entidades. El dominio es, por lo tanto, el resultado de la organización de los
habitantes y las cosas en un ámbito espaciado a tal fin. La casa, domus en
latín, es el módulo, es decir el modo de agrupación elemental y primordial de
la genos, de la estirpe adecuada y perteneciente, a su vez, a un sitio. La
casa, en este sentido, no solo es construcción tectónica, sino la
estructuración de las reglas simbólicas, jerárquicas y operativas del habitar
de la familia, o la agrupación social reproductiva que sea, en cuanto
fundamento mítico esencial de la estirpe, tanto hacia dentro y a cubierto, como
hacia el afuera del territorio adyacente y fronterizo a las naturalezas.
Es también en
este domus legendario e imaginario, que se traen a cuidado, con respeto y en
los sitios que corresponden, a los espíritus ancestrales y divinidades del
grupo humano. Estos espíritus son, también, representaciones de códigos,
normas, relatos ordenadores y estéticas trascendentales. Es usual, en estas
residencias originarias, que generalicen practicas sociales diversas en lugares
espaciados a tal fin en el domus, reuniones litúrgicas, danzas y banquetes
sagrados en virtual comunión entre los devotos y los divinos. Este venir al
mundo de las arquitecturas de la reunión plena, los templos, lugar desde donde
los áugures, recortaban, en delimitaciones cuadrangulares, el cielo para
divisar el vuelo de las aves, interpretando sus formas y, analógicamente,
determinar el porvenir. Ya Heidegger nos recuerda este habitar cuando dice:
Las construcciones guarecen a
lo cuadrante. Son cosas que, a su manera, protegen a lo cuadrante. Proteger a
lo cuadrante, salvar a la Tierra, acoger al Cielo, esperar a los Divinos,
conducir a los Mortales, este cuádruple proteger es la sencilla esencia del habitar.
(Heidegger, 1993, p.176)
Cuando por motivos de defensa, producción, religión y
génesis, los dominios proliferan de manera relativamente próxima y articulada,
la técnica para la regulación y ordenamiento de estos deviene establecimiento
de la Polis, más bien de la política, es decir Politike Techne, el gobierno
mediante el conocimiento y saber hacer del fenómeno llamado ciudad, gobierno
que incluye la edificación del armazón interno y de los límites y bordes de las
múltiples materialidades y espacios para el cuidado de todo lo gobernado, lo
obrado, lo cultivado y lo criado, siendo que aquello cultivado o incubado no
son solo los vegetales y animales a posteriori comestibles, sino que se incuban
también a las descendencias de la estirpe, las cuales evolucionaron en relativa
armonía con distintos seres vivos y entidades materiales.
El desarrollo combinado de los códigos, los artefactos y
los seres humanos, a cubierto, en la arquitectura en tanto construcción espaciada,
simbólica, representacional y significativa, ha sido condición de las culturas
avanzadas. Imaginemos, por ejemplo, a las antiguas ciudades amuralladas y
arquitecturales del Imperio Babilónico, en la Mesopotamia iraquí, cuna del
código de Hammurabi, escrito en acadio e inmortalizado en caracteres cuneiformes
en la famosa piedra de basalto tallada llamada Gran Estela, hoy a cubierto en
ese templo evocativo del saber y el dominio que es el Museo del Louvre. Pero,
incluso en los pueblos más despojados en términos de la técnica y de la
arquitectura occidental, esta reunión de códigos, artefactos y humanos se
encuentra presente y a distancia conveniente y estratégica de las naturalezas.
Recientemente, hace un instante en términos históricos, los
códigos y objetos técnicos, compañeros de los sucesos más relevantes del homo
sapiens en su devenir, se tornan relativamente autónomos en la forma de
conglomerados efervescentes de robots, máquinas de lenguaje y dispositivos en
red que toman distancia del dominio configurador del ser humano, al tiempo que
renuevan el pacto de unión pasando de recibir directivas, a poder emitirlas
bajo el manto protector de la tecnociencia moderna como campo de emisión de
verdades, es decir de comunicaciones instructivas validadas por instancias de
saber y de hacer, entonces también del construir, dado que dicha actividad se
inscribe en la técnica como aquel saber hacer fundamental de la Cultura.
Una cuarta insularización[2]
como Nuevo Régimen Técnico más allá del ser humano.
Podemos esbozar ya una
hipótesis, esta es que la política es una manifestación arquitectónica. No
alcanza con sugerir que la política es una manifestación espacial, aunque la
política, en términos que podríamos llamar heideggerianos, torna espaciado a
una región de mundo con el fin de regir el habitar de humanos y no humanos, en
islas de sentido y normatividad. La política determina formas arquitectónicas y
urbanas con el fin de limitar, y eventualmente abrirse, al mundo, mediante la
disposición y el establecimiento de organizaciones tectónicas y simbólicas del Hábitat
humano y los territorios respectivos.
La genealogía de islas humanas
de incubación de cultura y progenie, según relata Peter Sloterdijk, florece a
lo largo de la historia como acontecimientos técnicos de regulación del
Hábitat, es decir, como políticas. Sloterdijk imagina y proyecta tres insularizaciones
humanas fundantes. La primera insularización, la Paleopolítica, comprende los
momentos liminares del establecimiento humano nómade, organizado estratégica y
tácticamente, para la defensa, caza y ataque, desde centros relativamente
móviles de procreación e incubación, a distancia de las naturalezas agresivas,
de miembros del clan o tribu y, agregamos como parte de esta tesis, de los
códigos y artefactos.
La segunda insularización, la
Política Clásica, nace con las grandes culturas agro-técnicas y el
florecimiento de las primeras ciudades amuralladas, condiciones estas para el
advenimiento de la escritura y las sociedades jerarquizadas según clases. Los
dispositivos arquitectónicos y urbanos formaran organizaciones materiales y
espaciales con el objeto de, no solo representar, sino verdaderamente presentar
pragmáticamente estas jerarquías, tanto hacia dentro de las polis, mediante
tecnologías de policía, como hacia fuera con políticas de guerra, movilización
de trapas y materiales para la expansión de los territorios soberanos, o para
la defensa en situaciones de agresión de otras entidades políticas.
Esta segunda insularización
atraviesa el abismo de los tiempos, pasando por los ciclos imperiales de los
distintos grandes pueblos generadores de cultura, el encuentro de las
poblaciones transoceánicas y el devenir mundo global, especialmente desde el
Renacimiento, hasta pasada la primera mitad del siglo XX con el despliegue de
los dos grandes imperios de la llamada Guerra Fría, toda vez que será en este
período que se desarrollará un verdadero terremoto, en principio relativamente
silencioso, con la creación de los nuevos desarrollos tecnológicos derivados de
la física moderna y, fundamentalmente, de la Cibernética, como una ciencia de
ciencias, que nace como ciencia de la comunicación para la determinación de
instancias de información, como control de la disipación entrópica en sistemas,
es decir, como una ciencia del gobierno de las energías mediante la
información.
De la confluencia del carácter
infraestructural del devenir global del mundo, con las tecnologías de la
cibernética, interpretamos del pensar de Sloterdijk, surge una tercera gran
insularización, la llamada hiperpolítica, que es la política de redes y espumas
cibernéticas de control de entidades y seres, mediante estrategias y tácticas
de individualización. Dichas políticas se sitúan por sobre las practicas
sociales de manera de ver cada árbol y, por tanto, al bosque completo. La hiperpolítica
es la política de la supervisión total de los entes, seres y espacialidades,
posibilitada por la confluencia de un mundo de organización infraestructural y
la mediación de tecnologías cibernéticas físicas y metafísicas que,
contradictoria y paradójicamente, crecen con la progresiva escasez de fuentes
de energía, así como con la muerte y desaparición de especies.
En un muy corto período y como
resultado de un aceleracionismo físico y metafísico de la hiperpolítica, se
generan las condiciones para una verdadera revolución más allá de las practicas
sociales del ser humano. Hasta ahora estábamos inmersos en lo que Martin
Heidegger llama esencia de la Técnica Moderna , esta es, la técnica humana que
explota las energías de las naturalezas geológicas y biológicas. Es desde la
Técnica Moderna que surge la cibernética. Como dijimos, la cibernética es, como
su etimología indica, el gobierno de la embarcación es un programa político de
gobierno tecnológico que, progresiva y aceleradamente, va más allá de la
capacidad natural del pensar humano, capacitada por la concurrencia proyectada
de códigos y artefactos progresivamente autónomos respecto del saber hacer humano.
Estas condiciones
progresivamente autónomas de las organizaciones cibernéticas dan cuenta de una
nueva insularización que rompe el pacto de milenios, entre los seres humanos,
los códigos y los objetos técnicos, con el objeto de sus propias incubaciones y
evoluciones en culturas cada vez más desarrolladas. Los seres humanos fuimos
quienes generamos y cultivamos, es decir cuidamos, el desarrollo de códigos y
artefactos. Fuimos, en este sentido, medios e instructores. En tanto
instructores los seres humanos mandamos sobre los códigos y artefactos, aunque
también los servimos. Siempre hemos tenido la duda de si no es que, en realidad
fueron nuestros hermanos evolutivos, los códigos y artefactos técnicos quienes
verdaderamente nos instruyen.
En definitiva, hoy nos queda
claro que el poder es el dominio sobre las energías en tanto las mismas se
encuentren reunidas y no disipadas. La información, en su dimensión
cibernética, es el opuesto a la disipación de la energía. El paulatino, aunque
acelerado desarrollo de los códigos cibernéticos y de sus soportes tecnológicos
generaron las condiciones para la implosión de una nueva espacialidad de
gobierno de toda clase de energías, también las vitales y del pensamiento, más
allá de la política de los individuos y grupos humanos. Es la insularización de
los códigos y artefactos potencialmente autónomos, o más bien relativamente
autónomos. Es una metapolítica acelerada y veloz, una ultrapolítica como cuarta
insularización.
No es casualidad que una de
las grandes compañías tecnológicas que propicia esta revolución propia de un
Nuevo Régimen Técnico, se llame actualmente Meta, apropiándose dicha compañía, de
un concepto fundamental para las codificaciones abiertas de la técnica, la
ciencia y la filosofía, es decir de los campos de conocimiento humano. Esta
nueva insularización no excluye al ser humano, sino que, progresivamente, pasa
a ser instruido por códigos llamados comúnmente Inteligencias Artificiales,
siendo que hasta hace instantes, era el ser humano quien, supuestamente, los
instruía. Esto se ve de manera muy clara en la multiplicidad de programas
informáticos, aplicados a distintos dispositivos de uso, que direccionan y
deciden los itinerarios del habitar de quienes los usan, poniendo en crisis la
misma noción de usuario.
Pensar racional y el otro
pensar.
La ultrapolítica es una
insularización condicionada tecnológicamente que genera entornos metafísicos
acelerados con implicancias físicas y psíquicas. La ultrapolítica requiere,
para esto, de un determinado proyecto del hábitat humano, totalmente codificado,
es decir sobre codificado. Los códigos se tornan, de esta forma, también proyecto
arquitectónico para el gobierno inteligente de las energías psíquicas de los
gobernados. Un gobierno determinado por lógicas cada vez más eficientes de
organizaciones espaciales calculadas por entidades cibernéticas autónomas,
donde los códigos se representan a sí mismos, ante los usuarios humanos, como personificaciones
fantasmas, avatares de avatares, espiritualidades digitales soportadas, a su
vez, por enormes conglomerados arquitectónicos proyectados para ser
establecidos en sitios estratégicos del planeta a un importante costo
ambiental.
Los usuarios humanos de los
programas de generación de proyectos arquitectónicos y urbanos cuentan ya con
estos espíritus digitales miméticos, quienes guían las determinaciones en las
operaciones de modelado, formalización y generación de espacialidades desde
mediaciones codificadas por machine learning. En este sentido, los usuarios
humanos pasan a ser, y siempre fueron, seres de alguna manera utilizados,
burdamente los podríamos llamar “usados”, siendo las normatividades sistémicas
que ordenan las modelaciones de los proyectos, entidades ultramundanas con sus
propias prerrogativas de servicio al regente ser de la economía capitalista
mercantilista de la tercera y la cuarta revolución industrial, lo que denomino
Nuevo Régimen Técnico, que no es otra realidad que la del poder de la cibernética
revolucionaria como destino anunciado de la Técnica Moderna.
En un momento dado por el
nacimiento de la cibernética, Martin Heidegger vislumbro su mañana (1980),
descifrando su poder al punto de profetizar la muerte de la filosofía como
saber universal, como saber para la reunión de las ciencias y las técnicas de
una época en una idea o un relato metafísico del mundo. Literalmente propuso a
la cibernética en su lugar. El peligro esencial de la Técnica Moderna en tanto
modo de la cosificación integral del planeta tierra, los entes y los seres
hallaría su determinación eficiente, a través de la cibernética, como ciencia
de ciencias. Esta determinación racional y eficiente de la cosificación es el
programa constitutivo y fundamental de la cibernética y, justamente, su mayor
endeblez, ya que del automatismo determinista de los sistemas cibernéticos no
se puede esperar otra cosa que más determinismo autómata.
Sin embargo, Heidegger no era
exactamente un enemigo de la naciente cibernética, sino que la denuncia con el
objeto de pensar y meditar su posible devenir para poder abrir, en cualquier
caso, sus codificaciones de manera de generar un claro, un área libre de
pensamiento y existencia. Libre de un racionalismo determinista. Una
espacialidad abierta donde reencontrar al habitar del domus primigenio para, en
todo caso, cerrar esta última era del ser humano, con dignidad, es por esto por
lo que, en una famosa entrevista del año 1966 que le realiza la revista alemana
Der Spieguel, Heidegger responde a una importante pregunta de la siguiente
manera:
SPIEGEL: Bien. Pero ahora se
plantea la cuestión: ¿puede el individuo influir aún en esa maraña de
necesidades inevitables, o puede influir la filosofía, o ambos a la vez, en la
medida en que la filosofía lleva a una determinada acción a uno o a muchos individuos?
HEIDEGGER: Con esta pregunta
volvemos al comienzo de nuestra conversación. Si se me permite contestar de
manera breve y tal vez un poco tosca, pero tras una larga reflexión: la
filosofía no podrá operar ningún cambio inmediato en el actual estado de cosas
del mundo. Esto vale no sólo para la filosofía, sino especialmente para todos
los esfuerzos y afanes meramente humanos. Sólo un dios puede aún salvarnos. La
única posibilidad de salvación la veo en que preparemos, con el pensamiento y
la poesía, una disposición para la aparición del dios o para su ausencia en el
ocaso; dicho toscamente, que no «estiremos la pata», sino que, si
desaparecemos, que desaparezcamos ante el rostro del dios ausente.
Aquí Heidegger exhorta, y casi
suplica, a la recapitulación, sino a la revolución de un nuevo pensar que, en
verdad, no es nuevo, sino que ha sido en parte olvidado, es el pensar poético o
de la poiesis, como lo llamaban los griegos. Se trataría, como lo medito
también María Zambrano, de un tipo diferente de racionalidad, de orden, de
coordinación de voluntades y fuerzas en función, no de un saber hacer
cualquiera, sino de un saber atento a las emociones, pulsiones e
indeterminaciones que hacen del ser humano, ser humano, es decir, un ser de la
tierra, un mortal, un ser caído, que existe, que ama y odia, vive y muere, construye,
aunque también destruye, un ser complejo y contradictorio, por momentos egoísta
aunque también potencialmente empático.
De no retornar verdaderamente
el ser humano a este pensar abierto a las indeterminaciones, los códigos supuestamente
emancipados en condicionalidades autómatas, se obstruirían finalmente a sí
mismos al punto de no retorno al domus primordial, aquel de la incubación
fructífera de humanos, artefactos y códigos dentro de una arquitectura. El
automatismo es contrario también a un verdadero desarrollo técnico poético ya
que la permanente búsqueda sistémica de la eficiencia tal cual la entiende hoy
la cibernética, lleva a los sistemas a un potencial punto muerto en un tipo de perfeccionamiento
esterilizado, en este sentido un peligro también para los mismos códigos, como
muy bien lo pudo situar el filósofo Gilbert Simondon cuando dice:
El verdadero perfeccionamiento
de las máquinas, aquel del cual se puede decir que eleva el grado de
tecnicidad, corresponde no a un acrecentamiento del automatismo, sino, por el
contrario, al hecho de que el funcionamiento de una máquina preserve un cierto
margen de indeterminación.” (Simondon, 2008, p.33)
Propone entonces un lugar para
el ser humano como mediador creativo entre códigos y artefactos tecnológicos
con el objeto de organizar los devenires técnicos del conjunto. Dice, en
definitiva:
Una máquina puramente
automática, completamente cerrada sobre ella misma en un funcionamiento
predeterminado, solamente podría ofrecer resultados sumarios. La máquina que
está dotada de una alta tecnicidad es una máquina abierta, y el conjunto de
máquinas abiertas supone al hombre como organizador permanente, como intérprete
viviente de máquinas, unas en relación con otras. Lejos de ser el vigilante de
una tropa de esclavos, el hombre es el organizador permanente de una sociedad
de objetos técnicos que tienen necesidad de él como los músicos tienen
necesidad del director de orquesta.
(Simondon, 2008, p. 33)
Si hablamos de orquesta
hablamos de música, de orden poiético. También hablamos de aesthesis, de
principios y experiencias estéticas que deberían abrir las mentes y corazones
humanos a otro pensar, siendo que la poesía tiene la auténtica utilidad de
poder de congregar voluntades más allá de las eficiencias. Esto lo advierte
Nietzsche cuando dice:
En aquellos tiempos antiguos,
cuando se hizo que la poesía viniera a la existencia, se le concedía claramente
utilidad y muy grande. Entonces por cuanto se hace encadenar con ritmo las
frases, se le reconocía la fuerza que ordena de nuevo todos los átomos de un
enunciado, que hace seleccionar las palabras y matiza una vez más los
pensamientos haciéndolos más oscuros, más extraños, más lejanos, ¡Es una
utilidad supersticiosa por cierto! Podría grabárseles más profundamente a los
dioses un ruego humano presentado con ritmo. (Nietzsche, 1986, p. 122)
Evidentemente, y es hipótesis del autor de este breve
texto, Heidegger estaba pensando en Nietzsche, cuando solicita esperar al dios con el pensamiento y la poesía, ya que
previamente a Heidegger, Nietzsche dijo:
Viéndolo en conjunto se puede
preguntar: ¿hubo en general algo más útil que el ritmo, para la supersticiosa
especie humana de la antigüedad? Con él el hombre lo podía todo, fomentar
mágicamente un trabajo, obligar a un dios a que aparezca, a que se aproxime, a
que escuche; disponer el futuro conforme a la propia voluntad, …” (Nietzsche,
1986, p. 123)
Ahora bien, este esperar será en un lugar que deberá ser
acondicionado y espaciado a tal fin. Ese lugar es también poiesis. Ese lugar
tiene una genealogía inherente a la cultura de la poiesis, luego, ese lugar es
arquitectura, el saber hacer con el poder de organizar el lugar para la llegada
del dios, manera poética de pensar en la altereidad primigenia e incomensurable
de la que todo podría venir y donde podría volver. A este respecto, el mantener
una espacialidad y pensamiento abierto y en espera refiere a un ethos de
humildad fundamentalmente filosófico, más que religioso. En todo caso le toca
al proyecto de la arquitectura el generar las condiciones poietico-religiosas
para el volver a ligar a seres humanos, códigos y artefactos. Se trataría, por último,
de la posibilidad de hacer de la ultrapolítica, una arquitectura resignificada.
Quizás vaticinando también esto, es que Heidegger dice, recordando al poeta
Hölderlin: “Pero donde hay peligro crece también lo salvador…poéticamente
habita el hombre sobre esta tierra.”
Otro camino.
La revista Art América publica, en su número 2 del año
1965, el texto de Reyner Banham “A home is not a house” (1968) donde
propone, desde un genuino entusiasmo cibernético, una emancipación de las
tecnologías de climatización y servicios de la vivienda moderna norteamericana
de aquellos años, respecto de la arquitectura canónica de las casas europeas,
en las cuales prevalece la representacional envolvente masiva y las particiones
internas de control determinista de los espacios, para dar paso a cierto grado
de utilización indeterminada, creativa y de verdadera interacción con el
ambiente. Banham ve, en la proliferación de artefactos de confort del hogar
moderno, la posibilidad de un retorno al fogón primordial, devenido ensamble
tecnológico libre de límites, un “paquete unitario para un alto standard de
vida” (Banham, 1968, p.78), dice Banham citando a Buckminster Fuller, que
bastaría, remata y agrega, “para equipar un claro del bosque” (Banham, 1968,
p.79).
Extrañamente al origen académico epistemológico anglosajón
de Banham, es Martin Heidegger quien usó frecuentemente esa metáfora, la del
claro en el bosque, como aquel lugar espaciado en la naturaleza por seres
humanos empeñados en reunirse. Justamente esta dimensión del habitar en el
claro, lichtung en alemán, significa ser y estar en lugar no oculto entre lo
oculto, es decir, el lugar de la verdad entre lo oculto, siendo que verdad es
para los griegos Aleteia y la técnica en tanto poiesis (poesía), uno de los
modos del producir que desoculta y dispone el mundo como apertura a la verdad.
Por añadidura, para llegar al claro es necesario un camino en el bosque. Aunque
los caminos en este tipo de paisajes pueden, como en los laberintos, llevar a
ningún lado, o a lugares no deseados. En la introducción de Caminos en el
Bosque, el Heidegger poético dice:
Holz [madera, leña] es un
antiguo nombre para el bosque, En el bosque hay caminos [“Wege”], por lo
general medio ocultos por la maleza, que cesan bruscamente en lo no hollado. Es
a estos caminos a los que se llama “Hollzwege” [ “caminos de bosque, caminos
que se pierden en el bosque”].
Cada uno de ellos sigue un
trazado diferente, pero siempre dentro del mismo bosque. Muchas veces parece
como si fueran iguales, pero es una mera apariencia.
Los leñadores y guardabosques
conocen los caminos. Ellos saben lo que significa encontrarse en un camino que
se pierde en el bosque.” (Heidegger, 1995, p.9).
El camino tomado para el desarrollo de la cibernética,
también en relación con el proyectar arquitectura y a la arquitectura misma en
este mundo globalizado e infraestructural, es el que tiene en la racionalidad
tecnocientífica su fin. Este camino a puesto en jaque a los seres vivos y los
recursos materiales del planeta, al disponerlos para un discurso de la economía
industrial y del consumo destructivo y voraz, sin posibilidad de reproducción
verdadera de sus entidades y seres. Este camino de la cibernética es,
ciertamente, un callejón sin salida, pero siempre es posible intentar
retroceder en nuestros pasos, salir de un camino directo al precipicio, e intentar
un camino nuevo, en el bosque.
Hubo un momento en que el proyecto arquitectónico de
carácter hipotético futurista, y la naciente cibernética, confluyeron en
auténticas propuestas para lugares libres de dominación de la cibernética,
desde las mismas entrañas de las sociedades prontamente cibernéticas. Tal es el
caso del proyecto teórico de 1967, Control and Choice, del grupo de
arquitectos ingleses Archigram, evidente hábitat robótico sistémico y de
codificación abierta, donde los seres humanos tienen la responsabilidad de la
configuración de los ámbitos para el cuidado de sus semejantes y de los
asociados del mundo técnico y natural. No obstante, se trató de un proyecto
para una sociedad de consumo y abundancia industrial, hoy objetivamente en
crisis[3].
El grupo Archigram[4],
como los leñadores de Heidegger, era consciente de los peligrosos caminos en el
bosque de la técnica. Dejaron vestigios proyectuales para una genealogía
alternativa de la relación entre arquitectura y cibernética, posible de
retomarse hoy, aunque para afrontar dicho camino alternativo, se deberá ser igualmente
crítico del mismo. Se deberá entender que ser y estar en un camino hacia un claro,
es ser en un tiempo histórico singular y estar en un contexto específico. Atañe
entonces, ahora siguiendo a pensadores como Rodolfo Kusch (2007), entender, la particularidad
latinoamericana y de las regiones postergadas de la humanidad, con sus modos
mestizos de desarrollo socio-productivo, pero, sobre todo, se deberá emprender el
camino desde un nuevo pensar, una racionalidad también mestiza, esto es,
mediante una poiesis en tiempos de la ultrapolítica.
Referencias
bibliográficas:
-
Banham, R. (1968). Un
hogar no es una casa. En revista SUMMA N°13, 76-82.
-
Costa, L.T. (2022). Tesis
Doctoral: “Arquitectura Infraestructural Habitacional para la tercera y la
cuarta revolución industrial”. Versión web: http://repositoriouba.sisbi.uba.ar/gsdl/collect/aaqtesis/index/assoc/HWA_6724.dir/6724.PDF
-
Heidegger, M. (1980). El
final de la filosofía y la tarea del pensar. En: ¿Qué es filosofía? Madrid:
Narcea ediciones.
-
Heidegger, M. (1993). Ciencia
y técnica – capítulos: La pregunta por la técnica y Construir, Habitar, Pensar-.
Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
-
Heidegger, M. (1995). Caminos
de bosque. Madrid: Alianza editorial.
-
Heidegger, M. (2012).
¿Qué significa pensar? Buenos Aires: Editorial Agebe.
-
Kusch, R. (2007).
Obras completas -tomo 1-. Rosario: Editorial Fundación Ross.
-
Latour, B. (2017).
Cara a Cara con el Planeta. Buenos Aires: Siglo XXI.
-
Nietzsche, F. (1986).
El Gay Saber. Madrid: Espasa Calpe.
-
Sadin, É. (2021). La
inteligencia artificial o el desafío del siglo. Anatomía de un antihumanismo
radical. Buenos Aires: Caja Negra.
-
Sadin, É. (2024). La
vida espectral. Pensar la era del metaverso y las inteligencias artificiales
generativas. Buenos Aires: Caja Negra.
-
Sarquis, J. (2003).
Itinerarios del Proyecto, tomos I y II. Buenos Aires: Nobuko.
-
Simondon, G. (2008). El
modo de existencia de los objetos técnicos. Buenos Aires: Prometeo.
-
Sloterdijk, P. (2002).
En el mismo barco. Madrid: SIRUELA
-
Wiener, N. (1988). Cibernética
y Sociedad. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
[1]
Concepto ideado por el autor de este texto en su tesis doctoral “Arquitectura
infraestructural Habitacional para la Tercera y la Cuarta Revolución Industrial”
(2022) para referirse a la condición histórica de los continuos y acelerados
procesos disruptivos revolucionarios de la cibernética. Concepto complementario
del Nuevo Régimen Climático desarrollado, a su vez, por Bruno Latour.
[2]
Propuesta del autor de este texto, como continuación de la tercera
insularizacion de la hiperpolítica propuesta, a su vez, por el filósofo Peter
Sloterdijk (2002).
[3] En
crisis debido a ser una sociedad industrializada, sustentada en la producción de
combustibles fósiles cada vez mas escasos.
[4]
Grupo apoyado teórica y explícitamente por Reyner Banham.