martes, 23 de julio de 2024

 ULTRAPOLÍTICA

Arquitectura, sobre determinación y El Otro Pensar, en el Nuevo Régimen Técnico.

Autor: Dr. Mg. Arq. Leandro Tomás Costa

 


Dibujo del autor

Resumen

 

“La vocación de la informática consistió durante más de un siglo en permitir fundamentalmente la conservación y manipulación más sencilla de información, así como ofrecer una visibilidad minuciosa de diferentes fenómenos, lo que lleva a un aumento de control que detentan las entidades o personas en el ejercicio de una actividad profesional o privada. Desde hace poco tiempo se está produciendo una inversión que nos muestra cómo estas tecnologías se convierten, de modo imperceptible pero cada vez más masivo, en una instancia menos destinada a informar que a orientar la acción humana.” (Sadin, 2021, p.51).

 

A partir de la confluencia, en el inicio de la segunda década del siglo XXI, de los sistemas de Inteligencia Artificial con las infraestructuras globales de comunicación e información, se establece el grado cero de una nueva política sobre el lenguaje, sus códigos y las instrucciones para la configuración del Hábitat humano. Desde este momento, las Inteligencias Artificiales Generativas se transforman en la punta de lanza de un Nuevo Régimen Técnico[1] que no es más que una estrategia evolutiva de la cibernética, en su marcha hacia el dominio total de los entes, sus energías y del mundo, siendo que el mundo es orden de lo dispuesto, es decir lo puesto en discurso, lo puesto en lenguaje, pero también lo construido significativamente como lenguaje arquitectónico y urbano a partir de sus materiales, lo determinado materialmente en tanto espacio habitable.

 

Desde ahora el proyecto de las espacialidades humanas será el acelerado suceder de una determinación técnica absoluta producto de un régimen de mando sobre el hábitat que pondrá a los sistemas de generación artificial de lenguaje en el lugar del dictado e instrucción de finalidades con presunción de verdad, es decir, de la fundamentación de los postulados y lineamientos de los proyectos para la transformación y conformación de las edilicias, los establecimientos urbanos y sus infraestructuras; una nueva política, para ser claro, sobre las condiciones espaciales del habitar, más allá de las políticas propias del lenguaje verbal y material de los cuerpos humanos vivos, es decir, una ultrapolítica.

 

El usual relato mítico y su actualidad

 

“Lo mejor es imaginarse a las antiguas hordas como una especie de islas flotantes, que avanzan lentamente, de modo espontáneo, por los ríos de la vieja naturaleza. Se separan del medio exterior por la revolucionaria evolución de las técnicas de distanciamiento -sobre todo por la novedosa sincronía de huida y contraataque- y están sujetas desde su interior” por un efecto invernadero emocional, que amalgama a los miembros de la horda...” (Sloterdijk, 2002, p.25).

 

La política, como la arquitectura, es también técnica y tectónica, una construcción. Tienen en común el determinar el orden de los lugares para el dominio de los seres y entidades. El dominio es, por lo tanto, el resultado de la organización de los habitantes y las cosas en un ámbito espaciado a tal fin. La casa, domus en latín, es el módulo, es decir el modo de agrupación elemental y primordial de la genos, de la estirpe adecuada y perteneciente, a su vez, a un sitio. La casa, en este sentido, no solo es construcción tectónica, sino la estructuración de las reglas simbólicas, jerárquicas y operativas del habitar de la familia, o la agrupación social reproductiva que sea, en cuanto fundamento mítico esencial de la estirpe, tanto hacia dentro y a cubierto, como hacia el afuera del territorio adyacente y fronterizo a las naturalezas.

 

Es también en este domus legendario e imaginario, que se traen a cuidado, con respeto y en los sitios que corresponden, a los espíritus ancestrales y divinidades del grupo humano. Estos espíritus son, también, representaciones de códigos, normas, relatos ordenadores y estéticas trascendentales. Es usual, en estas residencias originarias, que generalicen practicas sociales diversas en lugares espaciados a tal fin en el domus, reuniones litúrgicas, danzas y banquetes sagrados en virtual comunión entre los devotos y los divinos. Este venir al mundo de las arquitecturas de la reunión plena, los templos, lugar desde donde los áugures, recortaban, en delimitaciones cuadrangulares, el cielo para divisar el vuelo de las aves, interpretando sus formas y, analógicamente, determinar el porvenir. Ya Heidegger nos recuerda este habitar cuando dice:

 

Las construcciones guarecen a lo cuadrante. Son cosas que, a su manera, protegen a lo cuadrante. Proteger a lo cuadrante, salvar a la Tierra, acoger al Cielo, esperar a los Divinos, conducir a los Mortales, este cuádruple proteger es la sencilla esencia del habitar. (Heidegger, 1993, p.176)

 

Cuando por motivos de defensa, producción, religión y génesis, los dominios proliferan de manera relativamente próxima y articulada, la técnica para la regulación y ordenamiento de estos deviene establecimiento de la Polis, más bien de la política, es decir Politike Techne, el gobierno mediante el conocimiento y saber hacer del fenómeno llamado ciudad, gobierno que incluye la edificación del armazón interno y de los límites y bordes de las múltiples materialidades y espacios para el cuidado de todo lo gobernado, lo obrado, lo cultivado y lo criado, siendo que aquello cultivado o incubado no son solo los vegetales y animales a posteriori comestibles, sino que se incuban también a las descendencias de la estirpe, las cuales evolucionaron en relativa armonía con distintos seres vivos y entidades materiales.

 

El desarrollo combinado de los códigos, los artefactos y los seres humanos, a cubierto, en la arquitectura en tanto construcción espaciada, simbólica, representacional y significativa, ha sido condición de las culturas avanzadas. Imaginemos, por ejemplo, a las antiguas ciudades amuralladas y arquitecturales del Imperio Babilónico, en la Mesopotamia iraquí, cuna del código de Hammurabi, escrito en acadio e inmortalizado en caracteres cuneiformes en la famosa piedra de basalto tallada llamada Gran Estela, hoy a cubierto en ese templo evocativo del saber y el dominio que es el Museo del Louvre. Pero, incluso en los pueblos más despojados en términos de la técnica y de la arquitectura occidental, esta reunión de códigos, artefactos y humanos se encuentra presente y a distancia conveniente y estratégica de las naturalezas.

 

Recientemente, hace un instante en términos históricos, los códigos y objetos técnicos, compañeros de los sucesos más relevantes del homo sapiens en su devenir, se tornan relativamente autónomos en la forma de conglomerados efervescentes de robots, máquinas de lenguaje y dispositivos en red que toman distancia del dominio configurador del ser humano, al tiempo que renuevan el pacto de unión pasando de recibir directivas, a poder emitirlas bajo el manto protector de la tecnociencia moderna como campo de emisión de verdades, es decir de comunicaciones instructivas validadas por instancias de saber y de hacer, entonces también del construir, dado que dicha actividad se inscribe en la técnica como aquel saber hacer fundamental de la Cultura.

 

Una cuarta insularización[2] como Nuevo Régimen Técnico más allá del ser humano.

 

Podemos esbozar ya una hipótesis, esta es que la política es una manifestación arquitectónica. No alcanza con sugerir que la política es una manifestación espacial, aunque la política, en términos que podríamos llamar heideggerianos, torna espaciado a una región de mundo con el fin de regir el habitar de humanos y no humanos, en islas de sentido y normatividad. La política determina formas arquitectónicas y urbanas con el fin de limitar, y eventualmente abrirse, al mundo, mediante la disposición y el establecimiento de organizaciones tectónicas y simbólicas del Hábitat humano y los territorios respectivos.

La genealogía de islas humanas de incubación de cultura y progenie, según relata Peter Sloterdijk, florece a lo largo de la historia como acontecimientos técnicos de regulación del Hábitat, es decir, como políticas. Sloterdijk imagina y proyecta tres insularizaciones humanas fundantes. La primera insularización, la Paleopolítica, comprende los momentos liminares del establecimiento humano nómade, organizado estratégica y tácticamente, para la defensa, caza y ataque, desde centros relativamente móviles de procreación e incubación, a distancia de las naturalezas agresivas, de miembros del clan o tribu y, agregamos como parte de esta tesis, de los códigos y artefactos.

La segunda insularización, la Política Clásica, nace con las grandes culturas agro-técnicas y el florecimiento de las primeras ciudades amuralladas, condiciones estas para el advenimiento de la escritura y las sociedades jerarquizadas según clases. Los dispositivos arquitectónicos y urbanos formaran organizaciones materiales y espaciales con el objeto de, no solo representar, sino verdaderamente presentar pragmáticamente estas jerarquías, tanto hacia dentro de las polis, mediante tecnologías de policía, como hacia fuera con políticas de guerra, movilización de trapas y materiales para la expansión de los territorios soberanos, o para la defensa en situaciones de agresión de otras entidades políticas.

Esta segunda insularización atraviesa el abismo de los tiempos, pasando por los ciclos imperiales de los distintos grandes pueblos generadores de cultura, el encuentro de las poblaciones transoceánicas y el devenir mundo global, especialmente desde el Renacimiento, hasta pasada la primera mitad del siglo XX con el despliegue de los dos grandes imperios de la llamada Guerra Fría, toda vez que será en este período que se desarrollará un verdadero terremoto, en principio relativamente silencioso, con la creación de los nuevos desarrollos tecnológicos derivados de la física moderna y, fundamentalmente, de la Cibernética, como una ciencia de ciencias, que nace como ciencia de la comunicación para la determinación de instancias de información, como control de la disipación entrópica en sistemas, es decir, como una ciencia del gobierno de las energías mediante la información.

De la confluencia del carácter infraestructural del devenir global del mundo, con las tecnologías de la cibernética, interpretamos del pensar de Sloterdijk, surge una tercera gran insularización, la llamada hiperpolítica, que es la política de redes y espumas cibernéticas de control de entidades y seres, mediante estrategias y tácticas de individualización. Dichas políticas se sitúan por sobre las practicas sociales de manera de ver cada árbol y, por tanto, al bosque completo. La hiperpolítica es la política de la supervisión total de los entes, seres y espacialidades, posibilitada por la confluencia de un mundo de organización infraestructural y la mediación de tecnologías cibernéticas físicas y metafísicas que, contradictoria y paradójicamente, crecen con la progresiva escasez de fuentes de energía, así como con la muerte y desaparición de especies.

En un muy corto período y como resultado de un aceleracionismo físico y metafísico de la hiperpolítica, se generan las condiciones para una verdadera revolución más allá de las practicas sociales del ser humano. Hasta ahora estábamos inmersos en lo que Martin Heidegger llama esencia de la Técnica Moderna , esta es, la técnica humana que explota las energías de las naturalezas geológicas y biológicas. Es desde la Técnica Moderna que surge la cibernética. Como dijimos, la cibernética es, como su etimología indica, el gobierno de la embarcación es un programa político de gobierno tecnológico que, progresiva y aceleradamente, va más allá de la capacidad natural del pensar humano, capacitada por la concurrencia proyectada de códigos y artefactos progresivamente autónomos respecto del saber hacer humano.

Estas condiciones progresivamente autónomas de las organizaciones cibernéticas dan cuenta de una nueva insularización que rompe el pacto de milenios, entre los seres humanos, los códigos y los objetos técnicos, con el objeto de sus propias incubaciones y evoluciones en culturas cada vez más desarrolladas. Los seres humanos fuimos quienes generamos y cultivamos, es decir cuidamos, el desarrollo de códigos y artefactos. Fuimos, en este sentido, medios e instructores. En tanto instructores los seres humanos mandamos sobre los códigos y artefactos, aunque también los servimos. Siempre hemos tenido la duda de si no es que, en realidad fueron nuestros hermanos evolutivos, los códigos y artefactos técnicos quienes verdaderamente nos instruyen.

En definitiva, hoy nos queda claro que el poder es el dominio sobre las energías en tanto las mismas se encuentren reunidas y no disipadas. La información, en su dimensión cibernética, es el opuesto a la disipación de la energía. El paulatino, aunque acelerado desarrollo de los códigos cibernéticos y de sus soportes tecnológicos generaron las condiciones para la implosión de una nueva espacialidad de gobierno de toda clase de energías, también las vitales y del pensamiento, más allá de la política de los individuos y grupos humanos. Es la insularización de los códigos y artefactos potencialmente autónomos, o más bien relativamente autónomos. Es una metapolítica acelerada y veloz, una ultrapolítica como cuarta insularización.

No es casualidad que una de las grandes compañías tecnológicas que propicia esta revolución propia de un Nuevo Régimen Técnico, se llame actualmente Meta, apropiándose dicha compañía, de un concepto fundamental para las codificaciones abiertas de la técnica, la ciencia y la filosofía, es decir de los campos de conocimiento humano. Esta nueva insularización no excluye al ser humano, sino que, progresivamente, pasa a ser instruido por códigos llamados comúnmente Inteligencias Artificiales, siendo que hasta hace instantes, era el ser humano quien, supuestamente, los instruía. Esto se ve de manera muy clara en la multiplicidad de programas informáticos, aplicados a distintos dispositivos de uso, que direccionan y deciden los itinerarios del habitar de quienes los usan, poniendo en crisis la misma noción de usuario.

Pensar racional y el otro pensar.

La ultrapolítica es una insularización condicionada tecnológicamente que genera entornos metafísicos acelerados con implicancias físicas y psíquicas. La ultrapolítica requiere, para esto, de un determinado proyecto del hábitat humano, totalmente codificado, es decir sobre codificado. Los códigos se tornan, de esta forma, también proyecto arquitectónico para el gobierno inteligente de las energías psíquicas de los gobernados. Un gobierno determinado por lógicas cada vez más eficientes de organizaciones espaciales calculadas por entidades cibernéticas autónomas, donde los códigos se representan a sí mismos, ante los usuarios humanos, como personificaciones fantasmas, avatares de avatares, espiritualidades digitales soportadas, a su vez, por enormes conglomerados arquitectónicos proyectados para ser establecidos en sitios estratégicos del planeta a un importante costo ambiental.

Los usuarios humanos de los programas de generación de proyectos arquitectónicos y urbanos cuentan ya con estos espíritus digitales miméticos, quienes guían las determinaciones en las operaciones de modelado, formalización y generación de espacialidades desde mediaciones codificadas por machine learning. En este sentido, los usuarios humanos pasan a ser, y siempre fueron, seres de alguna manera utilizados, burdamente los podríamos llamar “usados”, siendo las normatividades sistémicas que ordenan las modelaciones de los proyectos, entidades ultramundanas con sus propias prerrogativas de servicio al regente ser de la economía capitalista mercantilista de la tercera y la cuarta revolución industrial, lo que denomino Nuevo Régimen Técnico, que no es otra realidad que la del poder de la cibernética revolucionaria como destino anunciado de la Técnica Moderna.

En un momento dado por el nacimiento de la cibernética, Martin Heidegger vislumbro su mañana (1980), descifrando su poder al punto de profetizar la muerte de la filosofía como saber universal, como saber para la reunión de las ciencias y las técnicas de una época en una idea o un relato metafísico del mundo. Literalmente propuso a la cibernética en su lugar. El peligro esencial de la Técnica Moderna en tanto modo de la cosificación integral del planeta tierra, los entes y los seres hallaría su determinación eficiente, a través de la cibernética, como ciencia de ciencias. Esta determinación racional y eficiente de la cosificación es el programa constitutivo y fundamental de la cibernética y, justamente, su mayor endeblez, ya que del automatismo determinista de los sistemas cibernéticos no se puede esperar otra cosa que más determinismo autómata.

Sin embargo, Heidegger no era exactamente un enemigo de la naciente cibernética, sino que la denuncia con el objeto de pensar y meditar su posible devenir para poder abrir, en cualquier caso, sus codificaciones de manera de generar un claro, un área libre de pensamiento y existencia. Libre de un racionalismo determinista. Una espacialidad abierta donde reencontrar al habitar del domus primigenio para, en todo caso, cerrar esta última era del ser humano, con dignidad, es por esto por lo que, en una famosa entrevista del año 1966 que le realiza la revista alemana Der Spieguel, Heidegger responde a una importante pregunta de la siguiente manera:

SPIEGEL: Bien. Pero ahora se plantea la cuestión: ¿puede el individuo influir aún en esa maraña de necesidades inevitables, o puede influir la filosofía, o ambos a la vez, en la medida en que la filosofía lleva a una determinada acción a uno o a muchos individuos? 

HEIDEGGER: Con esta pregunta volvemos al comienzo de nuestra conversación. Si se me permite contestar de manera breve y tal vez un poco tosca, pero tras una larga reflexión: la filosofía no podrá operar ningún cambio inmediato en el actual estado de cosas del mundo. Esto vale no sólo para la filosofía, sino especialmente para todos los esfuerzos y afanes meramente humanos. Sólo un dios puede aún salvarnos. La única posibilidad de salvación la veo en que preparemos, con el pensamiento y la poesía, una disposición para la aparición del dios o para su ausencia en el ocaso; dicho toscamente, que no «estiremos la pata», sino que, si desaparecemos, que desaparezcamos ante el rostro del dios ausente.

 

Aquí Heidegger exhorta, y casi suplica, a la recapitulación, sino a la revolución de un nuevo pensar que, en verdad, no es nuevo, sino que ha sido en parte olvidado, es el pensar poético o de la poiesis, como lo llamaban los griegos. Se trataría, como lo medito también María Zambrano, de un tipo diferente de racionalidad, de orden, de coordinación de voluntades y fuerzas en función, no de un saber hacer cualquiera, sino de un saber atento a las emociones, pulsiones e indeterminaciones que hacen del ser humano, ser humano, es decir, un ser de la tierra, un mortal, un ser caído, que existe, que ama y odia, vive y muere, construye, aunque también destruye, un ser complejo y contradictorio, por momentos egoísta aunque también potencialmente empático. 

De no retornar verdaderamente el ser humano a este pensar abierto a las indeterminaciones, los códigos supuestamente emancipados en condicionalidades autómatas, se obstruirían finalmente a sí mismos al punto de no retorno al domus primordial, aquel de la incubación fructífera de humanos, artefactos y códigos dentro de una arquitectura. El automatismo es contrario también a un verdadero desarrollo técnico poético ya que la permanente búsqueda sistémica de la eficiencia tal cual la entiende hoy la cibernética, lleva a los sistemas a un potencial punto muerto en un tipo de perfeccionamiento esterilizado, en este sentido un peligro también para los mismos códigos, como muy bien lo pudo situar el filósofo Gilbert Simondon cuando dice:

El verdadero perfeccionamiento de las máquinas, aquel del cual se puede decir que eleva el grado de tecnicidad, corresponde no a un acrecentamiento del automatismo, sino, por el contrario, al hecho de que el funcionamiento de una máquina preserve un cierto margen de indeterminación.” (Simondon, 2008, p.33)

 

Propone entonces un lugar para el ser humano como mediador creativo entre códigos y artefactos tecnológicos con el objeto de organizar los devenires técnicos del conjunto. Dice, en definitiva:

Una máquina puramente automática, completamente cerrada sobre ella misma en un funcionamiento predeterminado, solamente podría ofrecer resultados sumarios. La máquina que está dotada de una alta tecnicidad es una máquina abierta, y el conjunto de máquinas abiertas supone al hombre como organizador permanente, como intérprete viviente de máquinas, unas en relación con otras. Lejos de ser el vigilante de una tropa de esclavos, el hombre es el organizador permanente de una sociedad de objetos técnicos que tienen necesidad de él como los músicos tienen necesidad del director de orquesta.  (Simondon, 2008, p. 33)

 

Si hablamos de orquesta hablamos de música, de orden poiético. También hablamos de aesthesis, de principios y experiencias estéticas que deberían abrir las mentes y corazones humanos a otro pensar, siendo que la poesía tiene la auténtica utilidad de poder de congregar voluntades más allá de las eficiencias. Esto lo advierte Nietzsche cuando dice:

En aquellos tiempos antiguos, cuando se hizo que la poesía viniera a la existencia, se le concedía claramente utilidad y muy grande. Entonces por cuanto se hace encadenar con ritmo las frases, se le reconocía la fuerza que ordena de nuevo todos los átomos de un enunciado, que hace seleccionar las palabras y matiza una vez más los pensamientos haciéndolos más oscuros, más extraños, más lejanos, ¡Es una utilidad supersticiosa por cierto! Podría grabárseles más profundamente a los dioses un ruego humano presentado con ritmo. (Nietzsche, 1986, p. 122)

 

Evidentemente, y es hipótesis del autor de este breve texto, Heidegger estaba pensando en Nietzsche, cuando solicita esperar al dios con el pensamiento y la poesía, ya que previamente a Heidegger, Nietzsche dijo:

 

Viéndolo en conjunto se puede preguntar: ¿hubo en general algo más útil que el ritmo, para la supersticiosa especie humana de la antigüedad? Con él el hombre lo podía todo, fomentar mágicamente un trabajo, obligar a un dios a que aparezca, a que se aproxime, a que escuche; disponer el futuro conforme a la propia voluntad, …” (Nietzsche, 1986, p. 123)

 

Ahora bien, este esperar será en un lugar que deberá ser acondicionado y espaciado a tal fin. Ese lugar es también poiesis. Ese lugar tiene una genealogía inherente a la cultura de la poiesis, luego, ese lugar es arquitectura, el saber hacer con el poder de organizar el lugar para la llegada del dios, manera poética de pensar en la altereidad primigenia e incomensurable de la que todo podría venir y donde podría volver. A este respecto, el mantener una espacialidad y pensamiento abierto y en espera refiere a un ethos de humildad fundamentalmente filosófico, más que religioso. En todo caso le toca al proyecto de la arquitectura el generar las condiciones poietico-religiosas para el volver a ligar a seres humanos, códigos y artefactos. Se trataría, por último, de la posibilidad de hacer de la ultrapolítica, una arquitectura resignificada. Quizás vaticinando también esto, es que Heidegger dice, recordando al poeta Hölderlin: “Pero donde hay peligro crece también lo salvador…poéticamente habita el hombre sobre esta tierra.”

 

Otro camino.

 

La revista Art América publica, en su número 2 del año 1965, el texto de Reyner Banham “A home is not a house” (1968) donde propone, desde un genuino entusiasmo cibernético, una emancipación de las tecnologías de climatización y servicios de la vivienda moderna norteamericana de aquellos años, respecto de la arquitectura canónica de las casas europeas, en las cuales prevalece la representacional envolvente masiva y las particiones internas de control determinista de los espacios, para dar paso a cierto grado de utilización indeterminada, creativa y de verdadera interacción con el ambiente. Banham ve, en la proliferación de artefactos de confort del hogar moderno, la posibilidad de un retorno al fogón primordial, devenido ensamble tecnológico libre de límites, un “paquete unitario para un alto standard de vida” (Banham, 1968, p.78), dice Banham citando a Buckminster Fuller, que bastaría, remata y agrega, “para equipar un claro del bosque” (Banham, 1968, p.79).

 

Extrañamente al origen académico epistemológico anglosajón de Banham, es Martin Heidegger quien usó frecuentemente esa metáfora, la del claro en el bosque, como aquel lugar espaciado en la naturaleza por seres humanos empeñados en reunirse. Justamente esta dimensión del habitar en el claro, lichtung en alemán, significa ser y estar en lugar no oculto entre lo oculto, es decir, el lugar de la verdad entre lo oculto, siendo que verdad es para los griegos Aleteia y la técnica en tanto poiesis (poesía), uno de los modos del producir que desoculta y dispone el mundo como apertura a la verdad. Por añadidura, para llegar al claro es necesario un camino en el bosque. Aunque los caminos en este tipo de paisajes pueden, como en los laberintos, llevar a ningún lado, o a lugares no deseados. En la introducción de Caminos en el Bosque, el Heidegger poético dice:

 

Holz [madera, leña] es un antiguo nombre para el bosque, En el bosque hay caminos [“Wege”], por lo general medio ocultos por la maleza, que cesan bruscamente en lo no hollado. Es a estos caminos a los que se llama “Hollzwege” [ “caminos de bosque, caminos que se pierden en el bosque”].

Cada uno de ellos sigue un trazado diferente, pero siempre dentro del mismo bosque. Muchas veces parece como si fueran iguales, pero es una mera apariencia.

Los leñadores y guardabosques conocen los caminos. Ellos saben lo que significa encontrarse en un camino que se pierde en el bosque.” (Heidegger, 1995, p.9).

 

El camino tomado para el desarrollo de la cibernética, también en relación con el proyectar arquitectura y a la arquitectura misma en este mundo globalizado e infraestructural, es el que tiene en la racionalidad tecnocientífica su fin. Este camino a puesto en jaque a los seres vivos y los recursos materiales del planeta, al disponerlos para un discurso de la economía industrial y del consumo destructivo y voraz, sin posibilidad de reproducción verdadera de sus entidades y seres. Este camino de la cibernética es, ciertamente, un callejón sin salida, pero siempre es posible intentar retroceder en nuestros pasos, salir de un camino directo al precipicio, e intentar un camino nuevo, en el bosque.

 

Hubo un momento en que el proyecto arquitectónico de carácter hipotético futurista, y la naciente cibernética, confluyeron en auténticas propuestas para lugares libres de dominación de la cibernética, desde las mismas entrañas de las sociedades prontamente cibernéticas. Tal es el caso del proyecto teórico de 1967, Control and Choice, del grupo de arquitectos ingleses Archigram, evidente hábitat robótico sistémico y de codificación abierta, donde los seres humanos tienen la responsabilidad de la configuración de los ámbitos para el cuidado de sus semejantes y de los asociados del mundo técnico y natural. No obstante, se trató de un proyecto para una sociedad de consumo y abundancia industrial, hoy objetivamente en crisis[3].

 

El grupo Archigram[4], como los leñadores de Heidegger, era consciente de los peligrosos caminos en el bosque de la técnica. Dejaron vestigios proyectuales para una genealogía alternativa de la relación entre arquitectura y cibernética, posible de retomarse hoy, aunque para afrontar dicho camino alternativo, se deberá ser igualmente crítico del mismo. Se deberá entender que ser y estar en un camino hacia un claro, es ser en un tiempo histórico singular y estar en un contexto específico. Atañe entonces, ahora siguiendo a pensadores como Rodolfo Kusch (2007), entender, la particularidad latinoamericana y de las regiones postergadas de la humanidad, con sus modos mestizos de desarrollo socio-productivo, pero, sobre todo, se deberá emprender el camino desde un nuevo pensar, una racionalidad también mestiza, esto es, mediante una poiesis en tiempos de la ultrapolítica.

 

Advertencia: El concepto de Ultrapolítica en los terminos planteados es propio del autor de este texto. Esta prohibida la publicación de la relación de conceptos de este texto sin la autorización del autor. Toda publicación y cita sin permiso dara lugar a acciones legales. 

 

Referencias bibliográficas:

-        Banham, R. (1968). Un hogar no es una casa. En revista SUMMA N°13, 76-82.

-        Costa, L.T. (2022). Tesis Doctoral: “Arquitectura Infraestructural Habitacional para la tercera y la cuarta revolución industrial”. Versión web: http://repositoriouba.sisbi.uba.ar/gsdl/collect/aaqtesis/index/assoc/HWA_6724.dir/6724.PDF

-        Heidegger, M. (1980). El final de la filosofía y la tarea del pensar. En: ¿Qué es filosofía? Madrid: Narcea ediciones.

-        Heidegger, M. (1993). Ciencia y técnica – capítulos: La pregunta por la técnica y Construir, Habitar, Pensar-. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.

-        Heidegger, M. (1995). Caminos de bosque. Madrid: Alianza editorial.

-        Heidegger, M. (2012). ¿Qué significa pensar? Buenos Aires: Editorial Agebe.

-        Kusch, R. (2007). Obras completas -tomo 1-. Rosario: Editorial Fundación Ross.

-        Latour, B. (2017). Cara a Cara con el Planeta. Buenos Aires: Siglo XXI.

-        Nietzsche, F. (1986). El Gay Saber. Madrid: Espasa Calpe.

-        Sadin, É. (2021). La inteligencia artificial o el desafío del siglo. Anatomía de un antihumanismo radical. Buenos Aires: Caja Negra.

-        Sadin, É. (2024). La vida espectral. Pensar la era del metaverso y las inteligencias artificiales generativas. Buenos Aires: Caja Negra.

-        Sarquis, J. (2003). Itinerarios del Proyecto, tomos I y II. Buenos Aires: Nobuko.

-        Simondon, G. (2008). El modo de existencia de los objetos técnicos. Buenos Aires: Prometeo.

-        Sloterdijk, P. (2002). En el mismo barco. Madrid: SIRUELA

-        Wiener, N. (1988). Cibernética y Sociedad. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.



[1] Concepto ideado por el autor de este texto en su tesis doctoral “Arquitectura infraestructural Habitacional para la Tercera y la Cuarta Revolución Industrial” (2022) para referirse a la condición histórica de los continuos y acelerados procesos disruptivos revolucionarios de la cibernética. Concepto complementario del Nuevo Régimen Climático desarrollado, a su vez, por Bruno Latour.

[2] Propuesta del autor de este texto, como continuación de la tercera insularizacion de la hiperpolítica propuesta, a su vez, por el filósofo Peter Sloterdijk (2002).

[3] En crisis debido a ser una sociedad industrializada, sustentada en la producción de combustibles fósiles cada vez mas escasos.

[4] Grupo apoyado teórica y explícitamente por Reyner Banham.