martes, 6 de mayo de 2008

Texto resumido de proxima ponencia para el Congreso sobre el Habitar en Latinoamerica. Universidad de San Juan, Argentina

Territorios Relacionales:

Introducción

Siendo este un congreso sobre el habitar vale la pregunta: ¿Qué es propiamente el habitar?

Para Heidegger, el habitar ‘es el modo como son los mortales sobre la tierra’, siendo el rasgo fundamental del habitar, el proteger.
El proteger como habitar es el hábito que se despliega en resguardo de la tierra y de la naturaleza física y metafísica del hombre, por medio del construir.
Construir cosas que son lugares y luego espacios que espacían territorios con las construcciones como marcas y ritmo que dan sentido al mundo.

Entonces, ¿cómo se relacionan el territorio, el habitar y la arquitectura?

Se podría entender al territorio, como una metáfora posible de la relación entre el hombre, la tierra y la arquitectura como construcción, siendo toda arquitectura a su vez, un micro-ensayo territorial, con sus respectivas marcas internas, delimitaciones y relaciones.

Dice Heidegger: ‘la habitación del hombre se funda en la medida que acondiciona, dispone o arregla’. Mas tal medida no mide solamente la tierra, no es simple geo-metría, pues de hecho la tierra es lo inconmensurable. Esta medida es una ‘delimitación recíproca de la dimensión’, es ‘el elemento en el cual la habitación humana encuentra su garantía, es decir, eso por lo que dura: su ritmo.’

Efectivamente, para Heidegger la obra de arquitectura no representaría nada, más bien haría presente algo, haciendo visible diferentes aspectos del mundo, con medida y ritmo

Para Deleuze y Guattari, el territorio es efecto del arte y artista el primer hombre que erige un límite o hace una marca.

El territorio, como metáfora, posibilita pensar al proyecto arquitectónico, en sus múltiples escalas de configuración, en sus relaciones espaciales con otras cosas y en la capacidad de la arquitectura para generar lugares y por lo tanto espacios habitables alternativos para el hombre, según nuevos modos de habitar.

Si existe una desterritorialización producto de las nuevas tecnologías que trasladan cantidades cada vez mayores de información sobre microondas, traspasando los estados nacionales territoriales, entonces la arquitectura o bien desaparece o por el contrario, podría verse convertida en la ultima posibilidad para el planteo de territorios que generen lugares de reflexión y critica sobre el mundo contemporáneo.

Territorios Relacionales


Frente al acelerado crecimiento de la población mundial, el hacinamiento en las metrópolis y megalópolis globales y el efecto destructivo de la técnica moderna que consume sin detenerse los recursos naturales, cabe preguntarse: ¿podrá nuestro planeta soportar la carga de una humanidad que posiblemente llegue a los 10.000 millones de habitantes para el año 2050, y que consume más de lo que necesita?, ¿por cuánto tiempo?, ¿podremos evitar guerras por hambre y sed?

En los medios informativos pueden leerse, noticias como las siguientes:
“Los países en desarrollo que dependen fuertemente de la importación para cubrir sus requerimientos de consumo son los más afectados por el alza del precio de los cereales. Para la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), el incremento y volatilidad del valor de los alimentos básicos se debe a “reservas históricamente bajas, sequías e inundaciones relacionadas con el cambio climático, los altos precios del petróleo y una creciente demanda de biocombustibles”.

O bien: “Al elevarse el nivel del mar y fundirse los casquetes de hielo, el debate sobre reivindicaciones territoriales, zonas económicas exclusivas y acceso a nuevas rutas comerciales es cada vez más acuciante. Algunos países extremadamente vulnerables abogan por el reconocimiento internacional de la migración por motivos medioambientales.”

Tanto las ciudades globales, como las ciudades de Latinoamérica en su glocalidad, no cuentan con los instrumentos político-arquitectónicos y económicos para hacer frente a posibles emergencias de orden mundial, que podrían poner en peligro la supervivencia a millones de habitantes y a sus culturas. Es importante y urgente, entonces, el desarrollo de las primeras instancias espaciales de relación entre la gente, las ciudades y el mundo, que tengan en cuenta estos problemas, dada la evidente imposibilidad de una vuelta romántica al pastoreo, sin una aceleración en cuanto a la destrucción del medio ambiente.

Es necesario aceptar, de una vez por todas, a la urbanización del hábitat humano como una realidad imposible de evadir con sueños de retroceso a instancias anteriores de la historia del hombre. Es por lo tanto muy importante el desarrollo de espacios físicos y mentales para los debates acerca de cómo vivir en situaciones extremas de proximidad intersubjetiva, así como con los problemas y las cosas de las ciudades.

Los efectos de una cultura técnica que destruye al medioambiente podrían tener como una de sus causas a una humanidad que no encuentra canales espaciales adecuados para sus relaciones sociales y productivas. El importante desarrollo de las técnicas y las tecnologías más modernas, de la comunicación y de la información, no llevan aparejadas una evolución en el contexto social-urbano, aunque quizás en un futuro estas técnicas sean algunas de las herramientas fundamentales para una ecosofía, en el sentido expresado por Guattari en su libro ’Las Tres Ecologías’, siendo estas ecologías los tres registros interrelacionados que siguen: el del medio ambiente, el de las relaciones sociales y el de la subjetividad humana o ecología de la psicología.

En cuanto al desarrollo de una ecología medioambiental en las ciudades, sería fundamental replantear las nociones de arquitectura y ciudad como espacios de encuentro e intercambio social con las nuevas tecnologías. Sin recuperar, a partir de nuevas relaciones, estas cualidades de la arquitectura como configuradora de urbanidad, se vuelve improbable la construcción de una ecología para nuestras metrópolis.

El proyecto arquitectónico, más allá de su carácter técnico-económico, representa en el habitar la posibilidad para la generación de nuevos espacios sociales e intersticios susceptibles de ser apropiados espontáneamente por grupos diversos con variantes de hibridación en cuanto a la relación de los espacios privados y lo públicos.

Es tiempo de insistir en experimentar e investigar con proyectos de arquitectura que se configuren teniendo en cuenta nuevas relaciones espaciales, en función de las interacciones humanas y de su contexto social, más que la disposición según parámetros autónomos y privados, con el individuo aislado como modelo.

Esto se vuelve necesario desde el momento del establecimiento definitivo de la cultura ciudadana a nivel mundial y de la extensión del modelo urbano a la casi totalidad de los fenómenos territoriales y arquitectónicos, dando como resultado grandes masas de población en espacios relativamente acotados.

En este sentido, Latinoamérica se encuentra en una situación de una gran complejidad dada la gran cantidad de matices sociales y económicos presentes en sus ciudades, caracterizadas por un marco natural de gran riqueza y unos territorios urbanos signados por islas de riqueza en mares de escasez material.

Los territorios relacionales a ser pensados deberían presentarse como espacios arquitectónicos con múltiples aperturas posibles, intersticios como lugares de posibilidad para los intercambios sociales y programáticos en las metrópolis.

Según Althuser, la ciudad permitió y generalizo la experiencia de la proximidad, ese “estado de encuentro que se le impone a los hombres”

El espacio arquitectónico como intersticio social en las ciudades de latinoamerica debería propiciar nuevas relaciones culturales entre los múltiples actores urbanos (personas, programas materiales y de uso), generando lugares y territorios desde donde podrían sugerir nuevas instancias de intercambio social y material, distintos de las vigentes.

Estos proyectos de espacios arquitectónicos deberían intentar liberar usos diferentes del tiempo respecto a los impuestos por la vida cotidiana y las rutinas cíclicas de las ciudades contemporáneas, con el objetivo de favorecer intercambios alternativos a los condicionados por las “zonas de la telecomunicación”, que reenvía a un espacio de consumo privado o de pequeñas colectividades, imágenes unidireccionales: donde el pensamiento critico es posterior al final del episodio. Por el contrario, la arquitectura se revela ante el habitante de manera instantánea, exponiendo sus características según la lógica urbana de “lo próximo” y disponiendo las relaciones espacio temporales para poder ser criticadas por los habitantes de manera directa.

En la arquitectura, aunque se trate de formas y espacios inertes, la posibilidad de una discusión inmediata surge en varios sentidos: percibo, pienso, uso y me muevo en un único y mismo espacio y en reunión con otros habitantes, comentando el fenómeno arquitectónico y urbano.

Es por lo menos contradictorio, aunque entendible en la lógica del poder, que actualmente se intente, en varias metrópolis de Latinoamérica, convertir a la arquitectura en una herramienta de exclusión cuando debería estar llamada, más bien, a generar los “estados de enlace social”, que resuelvan los problemas del hábitat urbano para unas ciudades que se encuentran en un franco proceso de autodestrucción de los espacios para el intercambio y dialogo social. La retórica de la seguridad y el miedo, está minando toda posibilidad de pensar en una arquitectura que libere al habitante de una cotidianeidad presa de la contingencia económica y de la escasez material.

El contexto social-urbano tiende, a su vez, a generar territorios y espacios pre-configurados que limitan el dialogo constructivo entre clases con la excusa de evitar choques violentos entre grupos supuestamente antagónicos. Teniendo en cuenta la cercanía de graves problemas en cuanto a lo ambiental-económico, se vuelven insostenibles estos modelos territoriales-arquitectónicos de exclusión que condicionan los vínculos necesarios entre los ciudadanos para entablar diálogos tendientes a encontrar posibles soluciones urbanas consensuadas.

Ahora bien; a pesar de lo expuesto, se percibe una propensión colectiva al cambio expresivo –productivo en algunos grupos sociales que, frente a la necesidad de construir espacios alternativos, hacen de la escasez el material de trabajo.

Nuevos principios, aunque ya experimentados en el terreno del arte, se instauran como rasgos de estas nuevas producciones estético-sociales, donde los grupos son la alternativa a la masa controlada por las tecnologías de la comunicación. En la arquitectura, estos nuevos principios se ejemplifican según la búsqueda del espacio como lugar social por sobre la forma, lo táctil sobre lo meramente visual, lo visual popular frente al ideal de la imagen aristocrática, el low-tech que hace espacio, forma y textura de los materiales de la escasez contrario a un high-tech imposible de realizar en Latinoamérica.

En cuanto al proyecto de arquitectura, nos encontramos ante la posibilidad de incorporar al usuario en el proceso proyectual, no como un mero dato, tampoco como un sujeto - cliente supuestamente caprichoso que impone al proyectista los imaginarios que le son condicionados por la cultura moderna del consumo-, sino como un referente y protagonista de un programa que lo trasciende, del que es socio y coproductor.

No se trataría de una modernidad idealista y dictatorial, mas bien se debería pensar en reestablecer los postulados de algunas de las vanguardias que tuvieron como líneas proyectuales el cambiar la cultura, las mentalidades, las condiciones de vida individual y social, pero en vista a solucionar unas situaciones mundiales y ecológicas de lo mas urgentes. Se trataría de una modernidad solidaria con el hombre y la naturaleza.

Tampoco es momento para un relanzamiento de hits estéticos de la modernidad, sino de volver habitables modelos de mundo posibles y ecológicos, con la modernidad como materia prima. Se vuelve de vital importancia tratar de generar arquitecturas más abiertas a relacionarse con la gente y con otras técnicas, arquitecturas como territorios de relación para los usuarios entre si, y de éstos con las cosas de la vida metropolitana.

No sería cuestión, entonces, de combatir la modernidad para volver al tiempo cíclico de la vida tradicional, sino, como argumentaban los situacionistas, de liberar al hombre de las lógicas del Espectáculo para una sociedad en la cual las relaciones humanas ya no son “vividas directamente” sino a través y distanciadas por representaciones espectaculares de si misma y que hacen desear a los habitantes de nuestras metrópolis de la escasez, realidades de consumo elaboradas para culturas de la abundancia.

La desterritorialización de los diferentes espacios urbanos y arquitectónicos podría ser el resultado de configuraciones espaciales que respondan a diálogos entrecortados por las tecnologías espectaculares y a un imaginario de la individualidad del consumo de lo sobre-necesitado, es decir de los objetos que no son los necesarios para sobrevivir. Podría tratarse entonces de la hipótesis pensada por Guy Debord en su libro: “La sociedad del espectáculo’’. El hombre de la metrópolis capitalista actuaría, según el aparente movimiento involuntario producto del consumo de bienes y servicios, sin poder singularizar territorios existenciales para los diferentes grupos sociales que necesitan nuevas formas de relaciones, incluyendo los más urgentes enlaces de la gente con el medioambiente.

En la actualidad la arquitectura no escapa, sino que amplía los espacios de la sociedad del espectáculo, la cual tiene también a la miseria como parte fundamental del programa espectacular, limitando por el momento la producción de nuevos modelos que busquen restablecer el ánimo de unas subjetividades golpeadas y bastante devaluadas por crisis económicas-ambientales y la explotación del hombre por el hombre.

El hacer teórico-práctico de la arquitectura como técnica, podría ser un territorio para canalizar tanto los planteos como la reflexión y la acción, en vista a instancias superadoras del estancamiento respecto de la experimentación de la relación entre el hombre, la naturaleza y la ciudad como construcción social.

En Latinoamérica encontramos buenos ejemplos de experiencias de arquitectura que proponen territorios relacionales de múltiples variables, pero estos ejemplos se encuentran, en su mayor numero emplazados según situaciones de baja densidad, con la salvedad de buena parte de la arquitectura brasilera. Aún faltan más ejemplos de arquitectura para densidades medias y altas, en las metrópolis latinoamericanas, que tomen en cuenta a la arquitectura como espacio de intercambio socio-ambientales para situaciones urbanas complejas.
Actualmente y en el futuro, se vuelve impracticable la disposición de grandes extensiones de urbanización según pautas de baja densidad, tanto por su costo como por su incidencia ecológica negativa. La densidad media y alta como ocupación del suelo deberían convertirse en el estándar de mínima, y la alta densidad, en el desafió de los arquitectos proyectistas para con nuestras metrópolis: ¿Cómo proyectar arquitecturas y espacios que relacionen las múltiples variantes de complejidad urbana, de manera sistemática y abierta, en situaciones de alta densidad habitacional? ¿Cómo plantear alternativas proyectuales y arquitectónicas que construyan ecologías sustentables adaptables a diferentes grupos sociales?
La lógica de producción de la arquitectura para la alta densidad habitacional, como territorios relacionales del mundo y los habitantes, debería tomar en cuenta, en el proceso de trabajo, la presencia de diferentes escalas de comunidades de habitantes a ser situados según densidades a ser controladas por sistemas abiertos al cambio y las complejidades programáticas.
La obra de arquitectura resultado de estos posibles procesos, crearía así en el interior de su modo de producción y a lo largo del tiempo efectivo de uso, diferentes modelaciones de hábitat más sustentables en el tiempo.

No son posibles las alternativas a la existencia de las ciudades tal como las conocemos dada la cantidad de habitantes en el planeta y la imposibilidad de desparramarnos equitativamente según propuestas del tipo: “tenga usted su acre y viva en contacto con la naturaleza” ,sin generar enormes problemas ambientales. Pero si es posible proyectar configuraciones de ciudad que permitan un mejor intercambio social, material y cultural entre sus habitantes.
Por otra parte, tampoco es posible dar marcha atrás para intentar reconstruir las antiguas formas de vida urbana, sobretodo tras las revoluciones informáticas y robóticas, tras el progreso de las investigaciones genéticas (a pesar de los éticos) y tras la sistematización del conjunto de los mercados a nivel global, fenómenos estos que cambiaron los paradigmas del trabajo humano, el hábitat y por lo tanto la arquitectura y la ciudad.

Estas técnicas contemporáneas revolucionarias solo podrán relacionarse con la sociedad, en cuanto modo de habitar al mundo, en el momento en que la arquitectura como constructora del medio físico del hombre se apropie de los nuevos conceptos. Valga como ejemplo el momento de la instauración del concepto de relatividad en el ámbito de la configuración y disposición del hábitat humano moderno. Solo entonces pudo la sociedad acceder a cambios técnicos importantes en la historia del siglo pasado, que tenían en el concepto de la relatividad sus principios fundamentales.

En cuanto a la incorporación de conceptos y herramientas provenientes de las técnicas contemporáneas, es quizá la informática una de las disciplinas que mas interactúa con los modos de producción proyectual y la obra concreta de arquitectura, abriendo desde hace un tiempo y para el futuro una multiplicidad de caminos para la experimentación según los conceptos y nuevos paradigmas de los sistemas de información. Sin embargo, las reflexiones más potentes surgen de arquitectos que, lejos de rendir su capacidad crítica a la fascinación por estas tecnologías, trabajan con los elementos más conceptuales de éstas, sin por eso representarlas en tanto técnicas. Las búsquedas mas interesantes privilegian la noción de programa en intentos por modelizar “configuraciones de arquitectura” alternativas, siendo ésta, paradójicamente, la principal ventaja y al mismo tiempo desventaja de esta tendencia, dado que suelen alejarse de la escasez material real para situarse en abundancias ilusorias. De todas maneras, la posibilidad de contar con sistemas de organización informática de gran cantidad de variables económicas y sociales, reduciría tiempos de respuesta y ejecución, sobre todo en situaciones de emergencia habitacional de gran escala así como en los grandes proyectos urbanos.

La arquitectura como técnica obliga a tomar conciencia de los modos de producción y de las relaciones humanas derivadas de las técnicas de su época, pero estas tecnologías solo deberían interesarnos en la medida en que puedan poner en perspectiva los posibles efectos; no estamos obligados a padecerlas como instrumentos impuestos. El deber critico de la arquitectura sobre las técnicas informáticas, es el de poder desplazar, según planificaciones de interés social, las condicionantes de esta técnica. Es por esto que los resultados de la revolución informática son visibles hoy en proyectos y obras de arquitectura que no utilizan la computadora como productora de espacios como imágenes meramente ilustrativas y sin rango de información.
Hoy se trataría más bien de insertarse en los modos de producción actuales para exponer sus reglas de manera crítica y decodificar las relaciones sociales que implican, traducir los resultados e inventar los procesos proyectuales más apropiados.

Para contar con nuevos modos de proyecto, se hace indispensable reestablecer la experimentación y la investigación en el ámbito de la arquitectura, abriendo la disciplina a poner a prueba estrategias con base en la complejidad del mundo como información, incorporando aportes de otras disciplinas técnicas, artísticas y filosóficas.

Desde hace un tiempo, se han levantado algunas voces contrarias a esta apertura, con los argumentos provenientes de la tradición, los buenos modales, la elegancia y el respeto de las convenciones históricas. Así se pretende detener a la experimentación para luego acusar a la investigación de excéntrica. Ahora bien, si detenemos las investigaciones tendientes al desarrollo de nuevas arquitecturas, corremos el riesgo de no tener estrategias nuevas al momento de contingencias futuras.

La investigación proyectual y la experimentación en la arquitectura, son los lugares indicados para el trabajo, desde donde podrían surgir los espacios para las nuevas formas de relación entre los habitantes, afirmando a la arquitectura como disciplina técnica válida para el pensamiento y la “invención de modos de vida” (Nietzsche), fundamentales para el futuro de nuestros pueblos y ciudades.
Se trataría entonces de la constitución de nuevas subjetividades urbanas, con una actitud propositiva similar a la emprendida por los modernos en su momento, so pena de vernos totalmente transformados en cosas rígidas al servicio de los poderes.

Según criterios proyectuales, operacionales y prácticos: ¿qué relacionarían los territorios relacionales?: complejidades programáticas arquitectónicas y urbanas, en forma de traducciones de información superpuestas en varias escalas, sobre diferentes instancias de relación de los habitantes entre sí y con los programas arquitectónicos y urbanos, formando micro y macro territorios interconectados como redes ecológico-espaciales, para transformarse a su vez en territorios mayores capaces de albergar, como sistemas abiertos, varias graduaciones de densidades poblacionales medias y altas.

En cuanto a la arquitectura y su relación con el medio ambiente, ésta debería pasar de ser de consumidora de energías naturales a productora de la energía que consume, según nuevos posibles estándares ecológicos.

La arquitectura de un futuro cercano y emergente debería pensarse en función de posibles nuevos modos de habitar, de nuevas cartografías que den cuenta de relaciones de intercambio social, hasta ahora evitadas. En especial en nuestras ciudades, pues será en ellas seguramente, en donde la historia de la humanidad encontrará su devenir. La arquitectura para las ciudades actuales y futuras debería poder generar nuevos territorios de subjetivación
que relacionen a los hombres con una técnica más fraternal respecto de la naturaleza.

Paradójicamente, la actual cultura de la información, con su desterritorialización brutal, podría posibilitar y liberar a la arquitectura para ser pensada como territorios relacionales, con posibles retornos a los encuentros mas básicos entre la gente y, al mismo tiempo, ser puntos de partida para generar nuevos principios en cuanto a los modos de habitar. La arquitectura podría entonces producir los espacios ecológicos sociales para los nuevos territorios existenciales del hombre, en momentos en que el sujeto parece desencontrarse en su aparente desaparición.



Arq. Leandro Tomás Costa