lunes, 21 de julio de 2014

INFRAESTRUCTURAS COMO ARQUITECTURA.

Avance de la investigación: Estrategias de Densificación-habitat para la Inclusión - Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU/UBA).

- Autor del texto específico: Mg.Arq.Leandro Tomás Costa. 

- Equipo de Investigación: Mg.Arq.Leandro Tomás Costa; Arqta.Natalia Rapisarda; Arq.Alejandro Camp; Arqta. 
  Cecilia Segal.

INTRODUCCIÓN:

“En la producción social de la vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Estas relaciones de producción en su conjunto constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real (infraestructura) sobre la cual se erige la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.” [1]

Si entendemos por infraestructura metropolitana, una multi-red tecnológica-material compleja que posibilita una social, interviniendo el territorio, es de vital importancia su re-propuesta, en un momento como el actual, donde las derivaciones respecto de las transformaciones técnicas y políticas se redefinen, paradójicamente, como conservación de unas relaciones de poder que impiden las transformaciones solidarias que las poblaciones urbanas necesitan.

Unas nuevas redes para el desarrollo, deberían partir en simultáneo, de unas materiales que les brinden los grados de libertad necesarios para la promulgación, en colectivo, de unas condiciones técnicas nuevas.
Los múltiples estratos de cultura material moderna y metropolitana, cuyas premisas devienen dominación técnica de la naturaleza y del sujeto, fueron y siguen siendo, paradójicamente, una posibilidad de liberación y, simultáneamente, un obstáculo –en sus modos actuales- para el planteo de alternativas de investigación y proyecto en arquitectura, que propicien la conformación de los ámbitos concretos -o imaginarios-, capaces de favorecer las acciones sociales, liberadoras, re-significativas y múltiples, de los sujetos habitantes.
Las infraestructuras ingenieriles y las estructuraciones arquitectónicas subordinadas actuales no facilitan, en su sobre-determinación, el despliegue de acciones y organizaciones liberadoras, por fuera de la lógica mercantil, como actividades productivas conscientes, para la creciente población metropolitana y su entorno físico. Estas poblaciones, sin embargo, necesitan readaptarse continuamente a sus propias mutaciones en los hábitos. Nuevos fenómenos del habitar urbano, y sumándose, transformaciones irreversibles del medioambiente, para unas metrópolis en crisis.

La siguiente investigación propone explorar las condiciones para el desarrollo técnico de una arquitectura infraestructural que propicie la producción social del hábitat metropolitano, con densidades programáticas múltiples, capaz de transformarse en relación a los cambios en los modos de habitar contemporáneos de los distintos actores sociales y, además, ser potencialmente apta para relacionarse simbióticamente con entornos arquitectónicos y urbanos deficitarios, degradados o a ser transformados.
Por último, esta propuesta requerirá  no solo del planteo de las premisas para una re-educación de los estamentos técnicos correspondientes, para lo cual deberán replantearse las estrategias pedagógicas formadoras de los próximos equipos docentes, sino que dichos futuros equipos necesitaran de redes multidisciplinares-educativas que incorporen a las poblaciones en el debate y las decisiones sobre los procedimientos infraestructurales -y superestructurales- conformadores de la arquitectura y la metrópolis por venir.

TÉCNICA MODERNA, INGENIERÍA Y ARQUITECTURA:

Según el filósofo alemán Peter Sloterdijk, el hombre construye socialmente, mediante antropotécnicas, lo que llama esferas, es decir hábitats de mediación inmunológicos. Estos hábitats no son solo materializaciones sino también discursos, normas y construcciones simbólicas del mundo a través de todas las épocas, sin los cuales el hombre no podría haber sobrevivido a las contingencias de la naturaleza, tanto externa, como interna. El nacimiento de la Arquitectura se corresponde con instancias avanzadas de las antropotécnicas iniciales, practicadas por tribus y civilizaciones antiguas.

En la modernidad, y con más énfasis en el momento histórico correspondiente a la primera y segunda revolución industrial, las antropotécnicas primigenias devienen lo que Foucault llama Biopolíticas o conjunto relacional de tecnologías para el gobierno de las poblaciones, en tanto gran escala de la agrupación humana, con el objeto de posibilitar la economía mercantilista-capitalista. Las biopolíticas son tecnologías tanto materiales, como discursivas, normativas, educativas, etc…, que se disponen para gobernar, tanto el cuerpo, como la psiquis del sujeto poblacional. La arquitectura se encontraría, hipotéticamente, dentro de esta Biopolítica, como una de las tecnologías específicas para el desarrollo del cobijo protésico, inmunológico, y posibilitante, de la cultura sofisticada de las poblaciones.

“Este año querría comenzar el estudio de algo que hace un tiempo llame, un poco en el aire, Biopoder, es decir, una serie de fenómenos que me parece bastante importante, a saber: el conjunto de mecanismos por medio de los cuales aquello que, en la especie humana, constituye  sus rasgos biológicos fundamentales podrá ser parte de una política, una estrategia política (agregamos: también urbanas y arquitectónicas), una estrategia general de poder; en otras palabras, como, a partir del siglo XVII, la sociedad, las sociedades occidentales modernas, tomaron en cuenta un hecho biológico fundamental de que el hombre constituye una especie humana.” [2]

En la segunda mitad europea del siglo XIX, la técnica arcaica de la arquitectura, se recluye, por un lado, en los palacios y los estilos neoclásicos; por otro lado hay quienes intentan mimetizarla teórica y empíricamente con las nuevas tecnologías y disciplinas técnicas para el control material sobre el espacio habitable: La Ingeniería, y su complemento estratégico: el urbanismo. Estas disciplinas, en términos foucaultianos, se constituyeron como verdaderos dispositivos tecnológicos biopolíticos, organizando las condicionantes técnicas, materiales y espaciales de las actividades e itinerarios del hábitat urbano moderno.

Ahora bien, ¿cuál es el sentido de controlar a las poblaciones con biopolíticas de la educación, de la economía, de la policía, de la edilicia y el urbanismo? Antes Heidegger y  luego el economista Jeremy Rifkin nos dan la clave: la explotación de las energías “ocultas” en la tierra. Desde la segunda revolución industrial, estas energías ocultas, fundamentales para la economía moderna, se corresponden con las explotaciones carboníferas, especialmente las del petróleo.

Efectivamente, explotar la tierra para extraer su energía implica para Rifkin, el empleo de ingenierías centralizadas de gran porte. Para la puesta en práctica de estas ingenierías es necesario el movimiento de enormes recursos materiales y económicos, nacionales e internacionales, estatales y privados. Además, es necesario el empleo de grandes grupos humanos en sitios específicos, tanto para la producción directa e indirecta de estas energías, como para el consumo y transformación industrial de las energías en tanto mercancías de intercambio. Una economía de producción y consumo mediante grandes obras de ingeniería centralizada que debían y deben ser mantenidas por unos actores sociales en estabilidad política. Tal el objetivo de la educación cívica y militar moderna. Sin importar si se trata de la versión capitalista o la socialista moderna, ambas visiones tienen en la técnica moderna que extrae energía de la tierra, su fin y sentido. Ambos sistemas políticos necesitaran de masas poblacionales urbanizadas, que respondan al modelo centralista-monopólico de producción industrial y transformación de la energía.

“Los combustibles fósiles (el carbón, el petróleo  y el gas natural) son energías de naturaleza elitista por la sencilla razón de que solo se encuentran en localizaciones selectas. Requieren una importante inversión militar para procurarse acceso a las mismas y una gestión geopolítica continuada para garantizar su disponibilidad. También precisan de unos esquemas de control y mando centralizado, vertical y unidireccional descendentes, así como de unas concentraciones masivas de capital para su traslado desde el subsuelo hasta el consumidor final. Para el rendimiento eficaz del conjunto del sistema resulta crucial, pues, una amplia capacidad de concentración de capital (la esencia misma del capitalismo moderno). Esa infraestructura energética centralizada fija, a su vez, las condiciones para el resto de la economía y potencia modelos de negocio similares en todos los demás sectores.” [3]

Es probable que la explotación centralizada de la energía carbónica, con sus enormes costos de inversión y largos procesos temporales de planificación y gestión, haya requerido del desarrollo teleológico sobredeterminado de los programas arquitectónicos habitacionales, origen del funcionalismo arquitectónico-habitacional racionalista,  como tecnologías del hábitat para el control y estabilización política de la población.  Las configuraciones normativas de las viviendas –según determinadas biopolíticas, debían reproducirse indefinidamente según los postulados políticos de los sectores sociales dominantes, para garantizar una continuidad espacio-temporal productiva, con el ideario burgués (del obrero sirviendo al burgues mas bien) industrial como modelo subyacente. Las transformaciones en los programas arquitectónicos habitacionales debían estar reguladas a su vez, por el mercado y un cientificismo ingenieril sanitarista.

El establecimiento indefinido del carácter burgués en la vivienda moderna, es constatable incluso, en las experiencias socio-ingenieriles de vivienda comunista, de la Unión Soviética, como por ejemplo la correspondiente al edificio de viviendas como contenedor social ”Narkomfin”. Luego de estos ensayos experimentales concretos, pero aislados, el gobierno soviético decide el retorno a las formas y modelos arquitectónicos del habitar en cuanto dicho ideal burgués, reservando la colectivización, para el uso compartido de algunos servicios técnicos de los edificios. Una revolución política sin un correlato urbano y arquitectónico revolucionario generalizado.

La técnica ingenieril fue la herramienta potenciadora de la transformación y densificación de la ciudad moderna. El carácter político de dichas ingenierías fue centralizador y coincidente con el desarrollo del Estado Moderno. La ingeniería se estableció, desde sus inicios, como disciplina racionalista-estratégica capaz de condicionar a la arquitectura como tributaria de una economía y tecnociencia mundializada, a través del cálculo y proyecto de las nuevas redes ingenieriles infraestructurales de servicios urbanos. En este sentido, la ingeniería sustrajo influencia política a la arquitectura como técnica configuradora y transformadora de la materia urbana. La otra disciplina técnica que resto influencia política a la arquitectura fue el urbanismo, que sitúa a los programas arquitectónicos en función de los desarrollos territorializados de la ingeniería infraestructural como instrumento para el desarrollo del capital, en cuanto renta industrial, inmobiliaria y financiera.

La ciudad moderna latinoamericana acompaño programáticamente al poder emergente de la ingeniería. En Buenos Aires, por ejemplo, la ingeniería centralista de la naciente red sanitaria-pluvial de escala metropolitana emplaza a las cuencas naturales de los ríos, con el fin de extender el parcelado y maximizar la renta del suelo y el servo-negocio del ferrocarril. Las redes centralizadas posibilitadas por las infraestructuras ingenieriles de servicio acompañan esta parcelación de lo acuífero originario. Actualmente el cambio climático producto del despliegue real de la técnica moderna a escala planetaria, la falta de capital económico y político para la ampliación de la red ingenieril, sumado a la extensión creciente de la estructura urbana de la Región Metropolitana de Buenos Aires deviene inundación.
La arquitectura, respecto del reparto de tareas en la economía moderna, se establece entonces según dos utilidades: Primero: Sitúa serialmente, en células estables y móviles, al sujeto como población urbana, posibilitando las densidades necesarias para una determinada territorialización técnica. Segunda: establece las correlatividades mediadas para las formas de habitar como producto del poder tecnificado y como consumo, o sea destino y comienzo del ciclo productivo (vale también para los intervalos de escasez improductiva relativa).
La serialización del espacio habitativo moderno como estrategia de homogeneización del ámbito social, del sujeto universal, tiene obviamente en Marx, uno de sus primeros críticos cuando advierte, en su célebre: El dieciocho brumario de Luis Bonaparte del año 1852, que la pequeña célula-parcela agraria, extendida previamente y durante la Francia napoleónica no podía transladarse como modelo de organización del espacio posibilitador de la revolución.

“La propiedad parcelaria […] ha transformado en trogloditas a la masa de la nación francesa. Dieciseis millones de campesinos (incluidos mujeres y niños) habitan en cuevas (cada parcela), una gran parte de las cuales solo tiene una abertura, la otra solo dos, y la privilegiada solo tres aberturas. Las ventanas son en una casa lo que son los cinco sentidas para la cabeza. (Cita de K.Marx)” [4]

Una hipótesis por demás interesante para la historia de la arquitectura y el urbanismo: una determinada organización del ámbito territorial como límite para la real toma de conciencia de clase. Topológicamente, Sloterdijk extiende dicha hipótesis y conjetura que la ciudad moderna, efectivamente transposiciona  la micro-célula-parcela como modelo a ser dispuesto en distintas situaciones, según modelos de ciudad satélite-jardín, y  en altura en pos de una densificación gradual de ciudades ya existentes y nuevas. Agrupaciones socio-celulares incomunicadas.

Los postulados estratégicos de densificación en la ciudad moderna se basan en la multiplicación seriada, celular y yuxtapuesta de hábitats, como entidades espaciales, consumidores de las energías carbónicas. La vivienda moderna en su estanquidad se desarrolla historicamente según analogías maquínicas de la movilidad y velocidad, los modelos tipológicos inaugurales eran el automóvil y el transatlántico; también el avión. Todos metamodelos consumidores de petróleo refinado. En correspondencia con las formas de producción de estos modelos, la vivienda debía configurarse técnicamente para la producción en serie. La concepción moderna según la cual las ciudades debían ser resultado de la relación complementaria de una multiplicidad de células habitativas de carácter inmunológico capaces de constituir entidades multiescalares alimentadas por flujos de servicios, acerco el discurso maquinista al biologicista de carácter sintético-artificial.

 “Para acercarse al fenómeno apartamento hay que percibir su estrecha conexión con el principio de la serie, sin el que no puede pensarse el tránsito de construir (y del producir) a la era de la fabricación y la prefabricación masivas. Así como, según El Lissitsky, el constructivismo representaba el punto de transbordo de la pintura a la arquitectura, asi el serialismo, el punto de trasbordo entre elementarismo y utopismo social.” [5]

De la estrategia discursiva a la empírea, la mediación técnica y exploratoria se concentraría en el potencial de la estrategia biologicista de la célula unitaria de vivienda moderna, como solución para la creciente densificación de las ciudades. La estrategia contemplaba la ventaja pragmática del control del valor de cambio de cada unidad y del valor de uso relativo, en función de una modalidad de agrupación familiar básica (la familia nuclear obrera). En definitiva, para la óptica del poder, la vivienda como célula tenía varias ventajas. Mientras el sistema económico productivo se mantuviese estable, la vivienda celular de fabricación seriada, simplificaba estratégica y tácticamente, todas las operatorias de análisis, cálculo y construcción. Las normativas acompañarían este proceso de racionalización, síntesis y simplificación. Una elementarización de la producción seriada de la vivienda con el objetivo de densificar las ciudades para el alojamiento de las masas.

La visión de la industrialización del hábitat para las masas que, con los amasadores del caso como destinatarios de la plusvalía correspondiente, dominó el imaginario de desarrollo del mundo durante el siglo XX, se vería drásticamente interrogada recién con la primera crisis del petróleo del año 1973, crisis que tuvo su origen en dos fenómenos: primero el desgaste de la capacidad de autoabastecimiento de petróleo por parte de Estados Unidos y occidente en general, y por el otro, la necesidad de occidente en general, de importar petróleo de medio oriente.

Si hacemos un repaso de los manuales de historia de la arquitectura moderna veremos que previamente a la crisis, los modelos de densificación, por ejemplo del Japón, respondían a configuraciones arquitectónicas megaestructurales de hiperdensidad conectadas a infraestructuras centralizadas de provisión energética y de servicios. Curiosamente, la crisis del petróleo (´73) casi coincide con la demolición del conjunto edilicio habitacional moderno de Pruitt-Igoe en el centro de la ciudad de Saint Louis del 15 de julio de 1972. El historiador Jenks sitúa en esta fecha el final de la arquitectura moderna como paradigma y la hora cero del posmodernismo. EL conjunto carecía de calidad arquitectónica, era, en términos de Sloterdijk, un ejemplo de modernismo vulgar, carente de urbanidad en su desconexión contextual, y dependiente del automóvil.
Sloterdijk nos recuerda la necesidad de mantener una ilusión, un ficción de autonomía, de integración simultánea con el afuera, dentro de los límites de la unidad habitativa individual, en función de una necesaria inmunidad dentro del “apartamento”, la mayoría de las veces afectada por deficientes aislaciones ambientales, pero con mediaciones programáticas según ámbitos comunitarios como reguladores de comunicaciones muchas veces forzadas, hacia dentro y fuera de la comunidad habitacional especifica.

“… Le Corbusier proporcionó ex negativo la fórmula, cuando hizo notar que lo que importa en una edificación es la ventilación psíquica. Una unidad de vivienda arquitectónicamente lograda no solo representa un trozo de aire cercado, sino más bien un sistema psicosocial de inmunidad, que es capaz de regular, según convenga, el grado de su impermeabilización hacia afuera. “Ventilación psíquica” implica que en las unidades inmunes aisladas se infiltra un hálito de animaciones comunitarias.” [6]

El automóvil, en la ciudad contemporánea, es un dispositivo de conexión y comunicación, pero también de distanciamiento social fundamental. Es la micro-parcela nómade por excelencia, que permite tanto “la escapada” de la ciudad densa, como el “me voy a la oficina”, desde el barrio cerrado o country, al centro de la ciudad. El automóvil es el complemento parcelario de la vivienda celular. El transporte público participa de esta dinámica socioeconómica del hábitat y se podría decir que le cabe el mismo objetivo de dispositivo de conexión y distanciamiento. Por supuesto que el carácter de ser público lo acerca al imaginario de lo colectivo-masivo, pero los micro-dispositivos de individualización actuales (teléfonos celulares multimedia, micro-computadoras nomádicas, etc...), sitúan y reconforman la parcela de completamiento de la vivienda y la soledad relativa de cada habitante circunstancial del transporte público. En fin, una crisis, que nos encuentra distraídos ante el espectáculo debido al ocaso del paradigma energético y social, de la segunda revolución industrial.

INFRAESTRUCTURAS ARQUITECTONICAS DISTRIBUIDAS Y UN ANTESCEDENTE LOCAL:

Las infraestructuras, como bien explicaba Yona Friedman hace 50 años atrás, son redes y no solo estructuras. Las estructuras forman parte de lo infraestructural, como aquello material posibilitante del despliegue de las múltiples redes técnicas y sociales. También las calles y otros formatos viarios son parte de lo infraestructural así entendido. Un ejemplo concreto de infraestructura es la manzana urbana de Buenos Aires con sus variantes según código. En cuanto infraestructuras posibilitantes, son módulos urbanos genéricos de una gran flexibilidad programática arquitectónica.

La técnica en su modo del proyecto para el hábitat urbano y arquitectónico,  se corresponde, desde un punto de vista teórico operativo, con unas estrategias y unas tácticas de mediación -correspondientes a un determinado momento histórico-, entre las cualidades y capacidades naturales inherentes al ser humano y lo natural externo, siendo esto último resultado de la alteración previa por instancias técnicas precedentes.
La estrategia es lo propiamente técnico, es la generalidad argumentativa y política que despliega el poder de las tecnologías específicas en el territorio y su espacio. Como discurso, la técnica Arquitectura, desarrolla tácticas de distanciamiento, acercamiento e interacción entre el sujeto como habitante, lo natural en él, y lo natural exterior. Las tecnologías arquitectónicas específicas son las tácticas, esto es, las adecuaciones particulares de la técnica según cada caso.

En este sentido Jeremy Rifkin propone estratégicamente definir una nueva economía técnica, que denomina Tercera Revolución Industrial, en reemplazo de la actual según el despliegue planetario de tecnologías de producción e intercambio de la energía como posibles redes colaborativas. Si cada hogar urbano tuviese, por ejemplo, una instalación para la producción de energía solar vinculada a una red informatizada capaz de almacenar, redistribuir e intercambiar los posibles excedentes energéticos, la dependencia actual de las energías carbónicas se vería indudablemente atenuada y, con la evolución exponencial de las tecnologías intervinientes, en el devenir, prácticamente reemplazada. En concreto: energías renovables (solar, eólicas, hidrógeno, etc.) + internet (con las adecuaciones tecnológicas necesarias para la canalización de energía).

La propuesta de Rifkin, en su traducción arquitectónica supondría la incorporación del carácter infraestructural necesario para propiciar los ámbitos necesarioas para las tecnologías de la tercera revolución industrial. A nivel estratégico, la arquitectura recuperaría su influencia política respecto de los planteos de desarrollo posibilitados por la densificación habitacional con nuevas configuraciones habitativas y con programas infraestructurales incluidos, hoy proyectados exclusivamente por la planificación urbana y la ingeniería. En todo caso la relación entre ingeniería y arquitectura podría ser más fuerte aún, si la infraestructura tuviese ciertas cualidades arquitectónicas. Le Corbusier predijo esta unión en su libro Precisiones sobre su extensa tarea de propaganda sudamericana.

“Un dibujo dedicado a los “constructores” termina la presente introducción. Nueva etapa que pone desde ahora, en contacto permanente, fraternal, igual, a las dos vocaciones, cuyo destino es equiparla civilización maquinista y llevarla hacia un esplendor completamente nuevo. Estas dos vocaciones son: la del ingeniero y  las del arquitecto. Una de ellas ya estaba en marcha, la otra, estaba adormecida. Eran rivales. La tarea de los “constructores” se conjuga una con la otra desde la empalizada, la fábrica, el despacho, la vivienda, el palacio, hasta la catedral, hasta todo. El símbolo de esta asociación aparece en la parte inferior del dibujo: son dos manos cuyos dedos se entrelazan, dos manos puestas en horizontal, dos manos al mismo nivel.” [7]

Le Corbusier fue quizás el primero en pensar una arquitectura infraestructural para densificar Buenos Aires, con su propuesta de la Ciudad de los negocios, la cual se disponía como extensión del centro y continuación de la barranca sobre el rio. Una megaestructura de hormigón armado, sobrevuela el nivel máximo de crecida del rio. Las infraestructuras técnicas de servicios sanitarios metropolitanos se dispondría arquitectónicamente en altura y flotando sobre el Río de la Plata.

“El suelo de la Pampa y el de la ciudad no están en el mismo nivel del rio; cae casi a pico por lo que ustedes llaman “La Barranca”, declive muy pronunciado, tan pronunciado que la ciudad primitiva se quedó detrás. Así, con nuestro hormigón armado, vamos a llevar, a nivel, el suelo de la ciudad, por encima del rio, hacia delante, sobre unos pilotes que tomaran sus cimientos en la arcilla compacta del fondo del estuario, suelo excelente para levantar rascacielos. Este fondo no está a más de ocho a doce metros, aproximadamente, por debajo del nivel del agua.” [8]

Como corresponde a un estratega, el discurso de Le Corbusier,  se fundamenta según el objetivo geopolítico macro final de la propuesta. La ciudad de Buenos Aires era, en ese entonces, la más avanzada de sudamérica y Le Corbusier la imaginaba como contracara mimética de New York. Una futura metrópolis moderna, densamente poblada que tuviese un nuevo centro con múltiples programas de habitación y negocios, capaz de competir en escala, superando en adelantos arquitectónicos e ingenieriles, a la ciudad de New York. Su retórica, apela al celo de las elites cosmopolitas de Buenos Aires respecto del poder de sus análogas norteamericanas. New York es el ejemplo concreto del maridaje múltiple entre: Biopolíticas de densificación habitacional, nueva ingeniería infraestructural metropolitana y nueva arquitectura de gran escala.
El planteo de la Ciudad de los Negocios hace lugar a las infraestructuras de transporte y viales de gran escala, subsumiéndolas a un nuevo paisaje arquitectónico monumental a ser construido casi instantáneamente. No formula ninguna posible organización de etapabilidades de gestión económico-productiva de la propuesta, solo plantea objetivos políticos a ser materializados por un hipotético poder económico transformador.

“Abro los callejones sin salida, trazo al pie de La  Barranca una red de vías para mercancías y viajeros, una red que pasa, uniendo el norte al sur y el sudoeste al nordeste. Todo esto bajo el nuevo suelo de la ciudad, en cemento armado que se encuentra a doce o dieciocho metros encima. Ya no hay estación, sino vías de paso; no hay que tener estaciones en callejones sin salida en las ciudades: los trenes pasan, pero no se forman allí.” [9]

Respecto de la población urbana, Le Corbusier era un convencido de la necesidad de densificar la ciudad de Buenos Aires, para transformarla realmente en una metrópolis de peso internacional. La economía moderna, la economía de la maquina es la economía de las masas. Esas poblaciones eran masas en las manos del arquitecto moderno, eran masas a ser distribuidas ordenadamente en la ciudad de la arquitectura por venir. El porvenir de las masas era la ciudad moderna.

“Planto los rascacielos de la ciudad de negocios en alineamientos majestuosos sobre la plataforma de cemento armado. Cubren el 5% de la superficie. El 95% está reservado para la circulación  y para el aparcamiento de coches. Toda la ciudad, hasta ahora enclaustrada dentro de sus calles opresivas, se abre sobre el mar, a plena luz, en plena libertad, en pleno goce. Desde el borde de la plataforma, se verá la llegada de los barcos y de los aviones. En este lugar, conquistado con poco gasto al rio, pongo 3.200 habitantes por hectárea y no solamente los 400 que arrojan vuestras estadísticas para los barrios del centro. ¡Qué valorización! ¡Qué negocio! ¡Cuántos millares de millones creados por el milagro de las técnicas modernas!” [10]

El planteo arquitectónico infraestructural de Le Corbusier responde a una era de cambio técnico extremo, aun en expansión, la correspondiente a la segunda revolución industrial. En tal sentido, La Ciudad de los Negocios fue proyectada como terminal de consumo centralizado de energía. Podemos insistir y englobar en dicha producción al tratamiento y distribución del agua potable, la logística radiotelefónica y de transporte en general, etc… Tal caracterización de las arquitecturas como terminales de consumo energético, y las sobredeterminaciones en las configuraciones habitativas de los planteos modernos y contemporáneos en general, son los que están en crisis.
Es común la analogía entre infraestructura y red. La arquitectura podría utilizar esta analogía para salir del atolladero conceptual y concreto en el que se encuentra luego de la caída del paradigma moderno hace 50 años. La correspondencia entre redes técnicas y sociales es hoy clara. Una arquitectura infraestructural que opere genealógicamente, abarcando las informaciones epocales previas tendría la ventaja que no tuvieron planteos similares en el pasado reciente.

La arquitectura infraestructural, en cuanto estrategia general, propone, además de una apropiación, por parte de la población, del ámbito aéreo y terrestre de las metrópolis, la posibilidad distribuir la técnica como un valor social concreto y operativo, para la vida en las metrópolis, a lo que contribuirá muy prontamente el avance de las tecnologías informáticas de la organización espacial correspondientes.

Ahora, la estrategia en cuanto concepción general, deviene normativa emergente. En cuanto normativa pasaría a formar parte de la biopolítica denunciada por Foucault, constituyendo entonces un segundo problema, pero el carácter propuesto de una arquitectura infraestructural en red posibilitaría el planteo de eso que Foucault denominó Heterotopías, o sea, ámbitos “otros” susceptibles de dar lugar al surgimiento de nuevas formas de sociabilidad y nuevas economías, con las adecuaciones ambientales del cada caso.

“¡y bien! Yo sueño con una ciencia –bien digo, una ciencia-que tendría por objeto esos espacios diferentes, esos otros lugares, esas impugnaciones míticas y reales del espacio dnde vivimos. Esta ciencia estudiaría no las utopías, puesto que hay que reservar ese nombre a lo que no tiene lugar, sino las heterotopías, lo espacios absolutamente diferentes; y por fuerza la ciencia en cuestión se llamaría, se llamará, se llama ya, “la heterotopología”. [11]

INFRAESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS OPERABLES:

Las tecnologías normativas que forman para Foucault la técnica Biopolítica de gobierno de las poblaciones se perfeccionan hacia la segunda mitad del siglo XIX para optimizar la comunicación del estamento de poder político con dicha población, vía sistemas político-jurídicos, educativos y propagandísticos. A su vez, desde la primera revolución industrial y con mayor intensidad en la segunda, las crecientes poblaciones urbanas de Europa comenzaron a ejercer presión popular sobre los gobiernos, en la búsqueda de mejores situaciones de existencia urbanas. Estas presiones, traducidas en nuevos programas políticos, eran absorbidas, en parte, por dichas biopolíticas y en parte anuladas por esta. En ambos casos la táctica era represiva del sujeto, mediante tecnologías de la individualización normalizadas.

En las tácticas de individualización de los sistemas políticos burgueses, Marx creía ver una de las características fundamentales del proceso de conformación del capital moderno. Veía también, en la unión estratégica entre industria moderna con sus formas de trabajo y la ciudad de masas, un posible caldo de cultivo revolucionario de las poblaciones urbanas obreras, para lo cual ese remanente imaginario del parcelario agrario antes nombrado, debía suprimirse en favor de una construcción colectiva del ambiente obrero correspondiente a la era industrial.

Para Foucault, contra esa individualidad represiva e impuesta por las normativas del poder biopolitico del control sobre la naturaleza y el hombre, solo queda, como salida, una estética anti-alienante, poiética y consciente del yo. Creía en el ejercicio crítico de des-ocultar las tecnologías institucionales del poder y la capacidad proyectiva de los hombres para establecerse en el mundo transformando las normas desde la voluntad creadora de cada individuo.

Asumiendo las transformaciones emergentes del planeta y sus sociedades humanas, por parte de una técnica y una economía devastadoras, constituidas como discursos en pos del establecimiento del sujeto universal cosificado. Foucault propone un sujeto creativo capaz de practicar la libertad, de auto-ejercerla y no solo de pedirla, como un reclamo al poder. Sloterdijk, propone en este mismo sentido, un sujeto operable que sea capaz de proyectar cambios políticos, filosóficos, pero también psicofísicos, con el fin primero de adaptarse a los cambios del entorno bioclimático producidos por el poder, con la tecno-ciencia moderna como instrumento, y en segundo lugar, desde una gimnasia meditativo-filosófica y operativa, capaz de poder transformar las normas.
Dados los avances biotecnológicos y bioingenieriles, el planteo según un hombre operable capaz de automodificar las características y cualidades actuales del ser humano se vuelven cada día más riesgosamente concretas.

Ahora bien, si la arquitectura, como técnica históricamente ligada al papel de mediación con la naturaleza, pudiese ser operable en un grado más amplio, si pudiese transformarse y reprogramarse en función de los cambios intersubjetivos y sociales, no seria, hipotéticamente, necesario el desarrollo concreto de tal hombre operable en lo referente a las intrusiones médico-biológicas, en todo caso dicha cualidad de ser operable se podría restringir a lo critico-reflexivo. Un operar los dispositivos del poder que nos sujetan desde el pensamiento y el proyecto de nuestro medioambiente arquitectónico y urbano, por ejemplo.

Para lograr proyectar una técnica arquitectónica infraestructural capaz de preparar las condiciones ambientales y sociales para la densificación del entorno habitacional relativa a una probable superpoblación metropolitana con carencias materiales, económicas y culturales, debemos situarnos en el lugar que nos corresponde como investigadores provenientes de un contexto social determinado. Cualquier intento de interpretación de supuestas naturalezas originarias del hábitat a ser conservadas, nos llevaran presumiblemente al fracaso.

Esto implica que el investigador de arquitectura, no deja de formar parte de una sociedad determinada en relación a un adiestramiento educativo de clase. Cualquier autorreflexión con vistas a preparar el terreno, para el trabajo de investigación por realizarse, deberá iniciarse con estas reflexiónes.
Aunque podamos tener mayores certezas sobre las actividades del habitar propias de un determinado grupo humano, es poco probable que dichas certezas se puedan transposicionar temporalmente a tiempos futuros, más cercanos y más lejanos. Los mismos cambios y revoluciones tecnológicas devienen cambios sociales. Las estrategias de la identidad aplicadas a los proyectos son necesarias pero en la práctica suelen resultar ingenuas y poco efectivas si parten de simplificaciones pseudo-antropológicas y miméticas.

“…identidad personal, identidad profesional, identidad femenina, identidad masculina, identidad política, identidad de clases, identidad de partido, etc. La enumeración de estas exigencias esenciales de identidad sobraría en el fondo para ilustrar el carácter plural y móvil de aquello que se llama identidad. Pero no se hablaría de identidad si en el fondo no se tratase de una forma fija del yo.” [12]

En este sentido, es todavía más urgente el desarrollo de una nueva concepción técnica de la arquitectura, capaz de reconfigurar las tecnologías en relación a diferentes situaciones sociales existentes. Si las codificaciones de planificación urbana y las correspondientes a la edilicia, de las metrópolis modernas tuvieron y tienen como objetivo fundamental la regulación, según el mercado, de la distribución de la población y los programas de usos, en el territorio metropolitano. Las tecnologías constructivas e ingenieriles son las posibilitadoras de dichas instancias de regulación, por ejemplo, no se pueden concebir las codificaciones antes nombradas para la Buenos Aires moderna del emergente siglo XX, sin prestar atención a la correspondencia regulatoria, entre dichas normativas y la nueva tecnología constructiva del hormigón armado llegada de Europa, como generadora de tipologías arquitectónicas innovadoras y potencialmente transformadoras de las genéricas manzanas porteñas, ampliadas en su proyección espacial. Podríamos decir que las transformaciones e innovaciones tecnológicas modifican las identidades de la ciudad.

El hormigón armado en su  disposición específica según códigos, genera plusvalía sobre el territorio, la produccion y el consumo; paradójicamente mediante restricciones a las posibilidades conformativas y configurativas del hormigón armado como tecnología ingenieril y arquitectónica específica, es decir que, en cuanto potencialidad programática de cualificación ambiental de la ciudad, se da un fenómeno negativo e inverso de depreciación de su valor técnico o tecnológico, en su potencialidad arquitectónica.
Todo desarrollo experimental urbano-arquitectónico futuro, debe partir de un supuesto según el cual, la tecnología arquitectónica, como condición de posibilidad, está sujeta por un discurso económico y técnico macro, por lo tanto un desarrollo infraestructural aplicado a la arquitectura no necesariamente significa un cambio tecnológico revolucionario, sino uno técnico revolucionario con las tecnologías actuales liberadas, teniendo, en todo caso como hipótesis adjunta, que el desarrollo de nuevas tecnologías, materialidades y ambientales, en el marco de una nueva concepción técnica, será inevitable.

BIBLIOGRAFÍA:

< Foucault, Michel. ”El cuerpo utópico. Las heterotopías”, Buenos Aires. Ed. Nueva Visión, 2010.

< Foucault, Michel. ”Seguridad, territorio, población”, Buenos Aires. Ed. Fondo de Cultura Económica. 2009

< Le Corbusier. ”Precisiones”, Barcelona. Ed. Poseidon. 1978

< Marx, Karl. ” Contribución a la crítica de la economía política”. Ed. Progreso, 1989.

< Marx, Karl. ”El Capital. Crítica de la economía política. Volumen 1”, México D.F. Editorial Fondo de Cultura Económica, 1973

< Rifkin, Jeremy. ”La Tercera Revolución Industrial”, Barcelona. Ed. Paidós.2011.

< Sloterdijk, Peter. ”Crítica de la Razón Cínica. Tomos I y II”, Madrid. Ed. Nacional. 2002

< Sloterdijk, Peter. ”Esferas III”,  Buenos Aires. Ed. Siruela. 2009




[1] - Pág.:7. Marx, Karl. ” Contribución a la crítica de la economía política”. Editorial Progreso, 1989.
[2] - Pág. 15. Foucault, Michel. ”Seguridad, territorio, población” , Buenos Aires. Ed. Fondo de Cultura Económica. 2009.
[3] - Pág.:154. Rifkin, Jeremy. ”La Tercera Revolución Industrial” , Barcelona. Editorial Paidós. 2011.
[4] - Pág.:440/441. Sloterdijk, Peter. ”Esferas III” , Buenos Aires. Editorial Siruela. 2009.
[5] - Pág.:432/433. Sloterdijk, Peter. ”Esferas III” , Buenos Aires. Editorial Siruela. 2009.
[6] - Pág.:439. Sloterdijk, Peter. ”Esferas III” , Buenos Aires. Editorial Siruela. 2009.
[7] - Pag.:12. Le Corbusier. ”Precisiones” , Barcelona. Ed. Poseidon. 1978.
[8] - Pag.:229. Le Corbusier. ”Precisiones” , Barcelona. Ed. Poseidon. 1978.
[9] - Pág.: 230. Le Corbusier. ”Precisiones” , Barcelona. Ed. Poseidon. 1978
[10] - Pág.: 230. Le Corbusier. ”Precisiones” , Barcelona. Ed. Poseidon. 1978
[11] - Pág.: 21. Foucault, Michel. ”El cuerpo utópico. Las heterotopías” , Buenos Aires. Ed. Nueva Visión. 2010.
[12] - Pág.:101. Sloterdijk, Peter. ”Crítica de la Razón Cínica. Tomos I y II” , Madrid. Ed. Nacional. 2002.