
COLLAGE LTC
Principios para una
investigación proyectual[1] relativa al curso: Taller 2
de la Maestría de Investigación Proyectual FADU UBA.
Intro.
Creí que este año podría hacer un curso sobre biopolítica. Trataré de
mostrarles que todos los problemas que intento identificar actualmente tienen
como núcleo central, por supuesto, ese algo que llamamos población. Por
consiguiente, será a partir de allí que pueda formarse algo semejante a una
biopolítica. Pero me parece que el análisis de la biopolítica sólo puede
hacerse cuando se ha comprendido el régimen general de esa razón gubernamental
de la que les hablo, ese régimen general que podemos llamar cuestión de la
verdad.[3]
La
siguiente investigación, se propone abrir el pensamiento crítico y el proyecto
para las arquitecturas de las viviendas colectivas en las ciudades de
Latinoamérica, más allá de sus cualidades de domesticidad, con el objeto
introducirnos en los entramados de un hábitat adecuado a una sociedad
condicionada por las determinaciones locales y globales, con sus intereses
políticos aunque fundamentalmente económicos, considerando que biopolítica,
concepto inventado por el filósofo Michel Foucault, se refiere a una
racionalidad de gobernanza que trasciende al individuo para situar sus fines en
la dimensión de la agrupación humana máxima correspondiente a la escala de la
población.
A este
respecto es importante evocar el camino traumático que sin dudas significó,
para la sociedades europeas en general, y el corpus disciplinar de la
arquitectura en particular, el emergente de una sociedad ligada a la naciente
revolución industrial a fines del siglo XVIII, momento del surgimiento de una
técnica moderna que pone a disposición de esta transformación de carácter
ingenieril, a las energías ocultas en la tierra y, muy especialmente, al
desarrollo del discurso de un capitalismo anclado en las incipientes urbes
metropolitanas.
Este
capitalismo eminentemente metropolitano y progresivamente tecnológico dispone
al sujeto, ya no como ser de derechos soberanos, sino como una entidad
económica con arreglo a solicitudes de plusvalía sobre su condición de
existencia en la sociedad o, como proponen los economistas del liberalismo
norteamericano del post-new deal, un sujeto en tanto capital humano establecido
por lógicas de competitividad, idea hoy convertida en alarmante praxis debido
al desarrollo de un Nuevo Régimen Técnico, con sus sistemas de poder sobre las
poblaciones aplicados mediante plataformas cibernéticas interrelacionadas.
Estas
plataformas cibernéticas personificadas por interfaces complejas de
experiencias de usuario parecen amoldarse a cada sujeto en su individualidad
pero en realidad, sospechamos, no hacen más que formalizarse en tanto hormas de
un sujeto económico, tal cual denominó Michael Foucault a un ser humano
abstracto amoldable a un mercado, a una economía, a una lógica de la
distribución, a una racionalización, como dijimos, ingenieril, del espacio y el
tiempo, por sobre unas razones quizás arcaicas y originarias, que tenían en la
arquitectura y la idea de ciudad sus antiguas sedes.
Arcaicos y
obsoletos han resultado, todo código que obstruya los flujos financieros
desterritorializados. Priman los códigos del Nuevo Régimen Técnico sobre los
textos de la poiesis, así como priman las estrategias de marketing sobre el
verdadero quehacer de las formas, las materialidades y las espacialidades
humanas; aunque este esquema complejo de las cosas requiere, paradójicamente,
de resistencias que propician transformaciones para tornar habitable, y
mínimamente aceptable, al mundo para las poblaciones. En síntesis, el orden
biopolítico que promueve al sujeto económico genera sus propias dificultades y
resistencias sociales, a partir de las cuales se perfecciona. En ese proceso
auto destructivo y regenerativo se pone en peligro, justamente, a las poblaciones
concretas.
En este
sentido, y como ejemplo, Argentina se encuentra en un proceso caracterizado por
una acelerada exclusión de las poblaciones respecto del acceso a la
arquitectura, el progresivo desplazamiento de estas respecto del hábitat
público, postergado este respecto de la inversión de carácter estatal, única
entidad capaz de promoverla ya que los privados son, por definición, privados
con relación a dicha capacidad, no por falta de fondos, sino porque no les
corresponde en el sentido de la economía política, Todo esto representa el
caldo de cultivo para una nueva crisis de no mediar un verdadero nuevo proyecto
de la arquitectura habitacional en el marco una nueva racionalidad que
proponemos poiética, una biopolítica arquitectónica de emancipación.
Una doble genealogía: Arquitectura y
biopolítica.
En el horizonte de ese análisis tenemos, por el contrario, la imagen, la
idea o el tema-programa de una sociedad en la que haya una optimización de los
sistemas de diferencia, en la que se deje el campo libre a los procesos
oscilatorios, en la que se conceda tolerancia a los individuos y las prácticas
minoritarias, en las que haya una acción
no sobre los participantes del juego, sino sobre las reglas del juego, y, para
terminar, en la que haya una intervención que no sea del tipo de la sujeción
interna de los individuos, sino de tipo ambiental.[4]
Según el
mito, la arquitectura nace como la organización de unos principios y causas
para la construcción significativa de los ámbitos que el pueblo griego destina
como ofrendas habitables a los dioses. La arquitectura, en este sentido, es
principio y mando (por arkje: principio) de múltiples artes y saberes reunidos
en esas construcciones (por tectónica), en tanto modelo de gobierno soportado
por una estructura de fines, conocimientos y, fundamentalmente, verdades
constitutivas de un “arte de construir”, al tiempo que de un “arte de conducir”
a los grupos humanos técnicos implicados en la edificación.
Ahora bien, si los principios y
fines de un gobierno son anteriores o, muy posiblemente, simultáneos a la
constitución de este, entonces podemos decir que un gobierno es, más bien, el
desarrollo proyectual de estos principios, siendo que la puesta en práctica,
por demás social de dicho proyecto, es una política, es decir, la edificación
colectiva de una gubernamentalidad aplicada, por ejemplo y en general, al
establecimiento arquitectónico y cultural máximo de un pueblo,esto es, a las
ciudades, siempre puertos, puntos de llegada y de partida, referencias.
Quien
administra la ciudad es metafóricamente semejante, creen algunos, a quién
gobierna una embarcación, el kybernetes en la filiación de los griegos de la
antigüedad, es decir, el piloto o gobernante del barco, quien utiliza su saber
hacer, su tejné, de alguna manera su instrucción técnica previa, para proyectar
lo aprendido de manera inevitablemente crítica hacia los entornos marítimos y
fluviales, atravesando las dificultades de dichos contextos, hacia el futuro.
Solo así, con un objetivo y una técnica,
con sus condiciones de mando, éticas y morales, y su capacidad de proyecto
puede, el piloto, gobernar la embarcación y llegar a destino.
De esta
forma, las embrionarias civilizaciones naciones de la antigüedad proyectan y
planifican sus ciudades, se aseguran con las arquitecturas de fortificación, y
generan las leyes para el gobierno de los ciudadanos; racionalizando no solo
sus significaciones e imaginarios culturales, religiosos y metafísicos, sino
también sus jerarquias sociales, sus materialidades, espacialidades y objetos técnicos, con el fin de establecer,
progresivamente, una razón general ordenadora, una Razón de Estado, un gobierno
de cualidades arquitectónicas.
Del mismo
modo que las razones gubernamentales establecen, en los tiempos pretéritos de
las civilizaciones, una soberanía a ser aseguradas sobre los territorios, de
forma análoga comienza el desarrollo sobre las tecnologías para el gobierno
sobre las poblaciones crecientes de los súbditos, sean los mismos libres o no.
Desde esos tiempos, la soberanía sobre las poblaciones pasa a ser un objetivo
destacado y reglado por códigos de todo tipo. Esos códigos, además, pasan
también a caracterizarse según sus finalidades jurídicas, militares,
comerciales, religiosas, pero también respecto de las configuraciones y
disposiciones espaciales y materiales.
Efectivamente,
una población en tanto agrupación humana requiere de tecnologías
arquitectónicas y espaciales para poder habitar un territorio, tecnologías
ambientales como las llama Michel Foucault, ya que se constituyen de manera
artificial, como entornos tecnificados, cargados semántica, sintáctica y
logísticamente, con el objeto de condensar y delimitar las políticas fundadas
por el poder correspondiente. Este es el plano de referencia de una
civilización, el plano de referencia donde lindan poder y población, a través
de las espacialidades proyectadas para hacer posibles dichas políticas.
Las
guerras de civilizaciones no son otra cosa que el choque de esos planos de
referencia, los cuales engloban intereses y economías, muchas veces ávidas de
expansión y poder. Es por esto que los encargados de las codificaciones
jurídicas han intentado, desde tiempos inmemoriales, limitar esta avidez de
poder, tanto en gobernantes, como en súbditos. Estos códigos se sofisticaron
hasta el punto de reglar todos los campos y ámbitos de la vida ciudadana de
manera escalonada, teniendo a los seres divinos en el nivel más alto y
mayúsculo de la verdad.
Este orden
de las sociedades -en especial europeas-, tuvieron su vigencia amparados en una
lógica de carácter cuasi religiosa que alojaba en relativa armonía de tensiones
evolutivas, tanto a los sujetos de derecho, como a las tecnologías y a los
códigos, visto que esta triada explota en ramificaciones, aún hoy imprevistas,
con la denominada Revolución Industrial, momento donde cada una de estas tres
categorías se expande en su número y complejidad. Así, el sujeto se transforma
en masa poblacional trabajadora y urbana, las tecnologías se tornan máquinas
cada vez más numerosas, poderosas e interconectadas, y los códigos avanzan en
el sentido de su transformación de meros datos a información autómata.
Una nueva
economía se desarrolla y los estados buscan limitar el poder potencialmente
monopólico de algunos actores, mediante dispositivos legales, tal como en algún
momento se buscó limitar el poder de los gobernantes absolutos y despóticos, al
tiempo que se reglamentan las configuraciones y construcciones de las primeras
ciudades industriales, donde también se disponen viviendas proyectadas para el
proletariado industrial, especialmente en Gran Bretaña, con ciudades como
Liverpool y Manchester; ciudades que se forman en tanto nodos de producción
fabril en función de los flujos migratorios del campo a la ciudad, de las
materias primas transformadas en bienes industrializados y de los intercambios
mercantiles de todo tipo.
Los
migrantes del campo a la ciudad son transformados, educados y normalizados para
pasar a ser fracción de la nueva sociedad humana, junto a la cada vez más
poderosa clase de la burguesía. Inevitablemente ligados, burgueses y
proletarios conforman la sociedad de la revolución industrial, la sociedad
clasista del capitalismo, la sociedad de la técnica moderna. Es interesante,
extraño aunque entendible, que un filósofo crítico que desoculta al poder como
Michel Foucault, no diferencia clases y las unifique sin más en una entidad
humana conceptual, super abstracta que denomina Homo aeconomicus o, como lo
proponemos traducir, sujeto económico, es decir, un ser humano inserto en un
marco ambiental progresivamente sometido a los flujos y entramados sociales de la
economía moderna.
Es posible
que Foucault apueste por una idea más orgánica de lo social y sus prácticas en
este período, proponiendo, finalmente, un destino probablemente fatal en
conjunto, para todos los sectores y actores sociales involucrados; un designio
unificado aunque, contradictoria y paradójicamente diferenciado respecto de las
biopolíticas asignadas a las arquitecturas y las espacialidades urbanas, tal
como lo demuestra la siempre renovada simultaneidad entre los ámbitos
exclusivos de abundancia material para unos pocos y las zonas crecientemente
paupérrimas para las mayorías; organización particionada solo atravesada
eventualmente por vectores de resistencia o de transgresión culturales. Flujos
rebeldes que sin embargo terminan, como diceel filósofo Mark Fisher, absorbidos
por el capitalismo.
Esta
economía de las cabeceras metropolitanas, hoy relativamente
desterritorializada, post-urbana, o
hiper urbana, sigue, empero, cimentandose en los capitales del momento,
entornos edificados por sus respectivos patronos mercantiles, ya no el diestro
piloto del barco, el kybernetes, sino los capitanes de la política real
aplicada, quienes encabezan los intereses y finalidades de la economía
capitalista, anteriormente el mero burgués de las ciudades pre-industriales que
a través de una acumulación originaria sobre las múltiples determinaciones del
plusvalor, hace de las biopolíticas las tecnologías para la soberanía efectiva,
tanto del valor más allá del territorio, como sobre el valor del trabajo
relativo al migrante del campo a la ciudad.
Las masas
migrantes, luego asalariadas, son alojadas en las condiciones impuestas por el
poder, según el grado de desarrollo de las diversas naciones. También, claro,
están las masas sin trabajo, hoy cada vez más numerosas, que son excluidas
hasta de los emplazamientos habitacionales más frugales y mezquinos. Estos
sujetos totalmente excluidos son, sin embargo, también sujetos económicos; son
parte de un sistema social cuyas prácticas devienen exclusión progresiva,
siendo entonces el destino del sujeto económico, justamente, este devenir
excluido en un sistema que los aloja y, simultáneamente, lo expulsa, no
dejándole alternativa.
El sujeto
económico, en aquel entonces originario migrante y hoy potencial marginado
aunque alojado en una sociedad de exclusión, se presenta como el verdadero
sujeto revolucionario del marco biopolítico ya que su potencial de alteración
de las prescripciones actúa por acervo de masa poblacional, por magmas de
agitación cultural que buscan prorrumpir las lógicas del intercambio y la
competencia del mercado. Se trata de un ciclo que retorna por períodos y pone
en crisis a la idea de un sujeto económico como simple capital humano, como
individuo solo posible de ser entendido y analizado por la razón liberal de la
empresa, como aquel individuo que es empresa de sí mismo. El sujeto económico
es también, y fundamentalmente, práctica social, es un colectivo humano
empático.
El destino
de sobre explotarse a sí mismo o ser un marginado al tiempo que un recluso, es
una suerte que parece hoy insoslayable, en especial para los sectores más
desamparados de las sociedades metropolitanas de Latinoamérica, ya que es este
el contexto que nos ocupa principalmente en esta investigación, a saber, el
contexto poblacional y arquitectónico de las ciudades latinoamericanas. Quizás,
también, porque desde las urbes de estas latitudes es posible, aunque sin duda
muy difícil, hacer un aporte más radical al tiempo que esencial dada,
justamente, la concreta estrechez, no solo económica y material, sino también
de las polémicas, hoy casi ausentes debido, posiblemente, al monopolio
oligárquico que domina al proyecto de las arquitecturas en esta región.
Cuando
decimos que la polémica está ausente, queremos decir que, en general y salvo
importantes, aunque pocas excepciones, los discursos del proyecto se enmarcan
solo en una lógica determinada por el mercado y la eficiencia en la generación
de plusvalías, por fuera de la cual no parece tener validez de refutación
ninguna lógica alternativa que provenga de una arquitectura más primordial.
Así, la disciplina se ve maniatada por diversas tecnologías políticas y
económicas que la determinan a un sitio mezquino y accesorio cuando, en verdad,
la arquitectura es el campo de simultaneidad y complejidad para la reunión de
los sujetos y las poblaciones, es la proveedora de sentidos y materialidades
para la movilización de quienes habitan según el concurrir de sus intereses, en
objetivos y estrategias culturales comunes. Ese proyecto cultural común, es el
que la presente investigación pretende favorecer.
Dr. Mg. Arq. Leandro Tomás Costa
Bibliografía:
-
Aureli, P. V.
(2013). Arquitectura y abstracción. Barcelona: Puente editores.
-
Aureli, P. V.
(2019). La posibilidad de una arquitectura absoluta. Barcelona: Puente
editores.
-
Costa, L.T.
(2024). Arquitectura, Revolución Cibernética y Clima. Buenos Aires: Diseño
Editorial (CP67).
-
Fisher, M.
(2017). Realismo capitalista. Buenos Aires: Caja negra editora.
-
Foucault, M.
(2022). Nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
-
Sarquis,
J. (2003). Itinerarios del Proyecto, tomos I y II. Buenos Aires: Nobuko.
[1] En el sentido desarrollado por el Dr. Arq. Jorge Sarquis en: Sarquis,
J. (2003). Itinerarios del Proyecto, tomos I y II. Buenos Aires: Nobuko.
2] Según concepto creado por Leandro Tomás Costa. Ver: Costa, L.T.
(2024). Arquitectura, Revolución Cibernética y Clima. Buenos Aires: Diseño
Editorial (CP67).
[3] Foucault, M. (2022). Nacimiento
de la biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Pags.: 40 - 41.
[4] Foucault, M. (2022). Nacimiento
de la biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Pags.: 302 - 303.